El silencio en esta casa es ensordecedor.
Llevo media hora en la cama sin pensar en absolutamente nada, tapada con la sabana hasta la nariz.
El reloj en la pared indica que son las diez de la mañana. Nadie parece estar despierto.
Seguro están cansados por haberme buscado ayer durante todo el día.
El ruido de un plato me hace levantar de un salto. El olor a comida llega y mi tripa ruje como un dragón hambriento.
Salgo corriendo olfateando el aire. Abro la puerta, y tanta es mi desesperación, que caigo de frente al suelo.
—¡Willa, Dios mío! —levanto la cabeza, viéndolos a los cinco.
Declan es el único preocupado mientras que los otros ocultan sus risas.
—Auch. —Es lo que digo y me recuesto en el suelo.
—Parece que a nuestra alma gemela le gusta más el suelo que nosotros —susurra el que se llama Félix a Mikhael, se carcajean después.
Los miro indignada. Me levanto y me siento en el único sitio vacío de la mesa, entre Alister y Elliot.
—¿Te hiciste daño? —pregunta Alister con lo que parece indiferencia.
Sin hablar, le muestro la rojez en mi pierna. La rodilla se llevó todo el golpe.
Su mano sube un poco el mantel de la mesa, y para mí sorpresa, masajea mi piel con cuidado.
—Hoy empezaremos a entrenarte Mikhael, Alister y yo —interrumpe Elliot. —Félix y Declan se encargaran de enseñarte sobre los omegas y demás...
—No necesito ninguna clase. Mi padre y hermano sabrán instruirme en mi transformación.
Dije, para empezar el tema. No he olvidado que aún no sé qué pasó con mi familia.
La única respuesta son gruñidos.
—Sal al jardín —demanda Elliot. Hago lo que dice, porque su tono parece no ser calmado.
Abro la puerta de cristal corrediza de la cocina y salgo, los miro a los cinco desde afuera.
—¿Ahora qué? —pregunto.
—Ponte cómoda. —dice Mikhael.
Mi vestimenta consiste en un vestido que ya llevaba cuando desperté y unos calcetines muy grandes.
Me quito los calcetines y estoy lista. Mis pies sienten cosquillas por el roce de la hierba.
—Lo primero es tu transformación, ¿tu padre te hablo sobre eso? —niego con la cabeza hacia Alister.
—En el caso de los lobos, cuando sois aún cachorros, tenéis que aprender a controlar la transformación, cualquier emoción fuerte puede hacer que os convirtais. —sigue Alister.
—No soy un cachorro —murmuro con las manos apretadas.
—Eres una pequeña cachorra todavía, deberíamos conseguiste una correa. —Se burla Mikhael.
Incluso Declan se ríe, lo miro fijamente para que se de cuenta de su traición.
—Pequeña la tienes... —susurro al aire.
—¿Lo quieres comprobar? —Abro la boca ofendida por su atrevimiento.
—¡Inmaduro! —grito subiendo las escaleras.
Cierro con pestillo la puerta de mi habitación, entre comillas, y voy al baño.
Me miro al espejo. ¡Oh dios! Mis mejillas parecen dos tomates. Que vergüenza que me hayan visto así.
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La loba y sus leones
WerewolfWilla es la hija del usurpador del trono del rey. Los Harriet llegan un día para reclamar lo que es legítimo suyo, ¿el problema? La omega que hace sacar el lado tierno de los alfas leones.