CAPÍTULO 3

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Siento las gotas de sudor caer por mi frente. El aire es demasiado caliente para respirar. Y de repente, despierto.

—Ya han pasado tres días, no sé qué debamos hacer, Félix.

Escucho murmullos, los ojos me pesan y escuecen.

Los pasos se acercan a mi en cuanto muevo una mano.

—¿Willa? ¿Me escuchas? —La voz de Alister suena preocupada.

La cadena en mi pie duele. Todo está bien hasta que los miro.

Recuerdo sus bocas y manos llenas de sangre. Las miradas de locura en sus ojos. Todas las historias que me contó papá eran ciertas.

Son unos salvajes, unos bárbaros, capaces de destruir todo para conseguir lo que quieren.

Me arrastro en la cama pegandome a la pared.

Son malos, todo el mundo es malo.

—Ve a por Declan —Félix sale de la celda— ¿No me recuerdas, soy Alister? ¿Hace falta que te enseñe la cicatriz que dejaste en mi pierna?

Su tono cambia a uno más duro. No me gusta. Me pone nerviosa.

Tapo mis orejas con mis manos y cierro los ojos. Quiero volver a hace una semana.

—Willa —la voz de Declan retumba en mi, esta en mi cabeza.

Levanto la vista y ahí está él. Corro a sus brazos. No sé por qué pero lo necesito.

Me aferro a su camisa mientras él acaricia mi cabello.

—Tranquila, estas bien conmigo.

El aire entre en mi ahora. Asiento en su pecho.

—Llama a Elliot —susurra a los dos que nos miran desde la puerta.

Se van y nos quedamos solos.

—¿Dónde están mi padre y mi hermano? —no alcanzo a preguntar cuando el que supongo que es Elliot entra.

—Déjate revisar por mi hermano. Después te darás un baño y te llevaré a la biblioteca para que leas sobre los omegas.

Camino detrás de Elliot que ya ha dejado sus cosas en la pequeña cama.

Me quita las cadenas, mira las heridas y me deja ir con la promesa de curarlas después.

—Tiene un poco de fiebre. Traela cuando termines, le dare medicina.

Declan asiente.

—Te llevaré a una habitación —. Me toma de la mano y me arrastra por toda la mansión. Es más grande que la nuestra.

Llegamos a una puerta y abre.
Me enseña el baño, el armario con ropa de mujer y la gran cama con sábanas blancas.

Minutos después entro a la ducha mientras Declan espera en mi cama.

Enciendo el agua, se torna carmesí cuando mis adoloridos pies entran a la ducha.

Los se me destensan, suelto un gemido de placer que no puedo evitar. 

Me limpio todo lo que puedo con el dolor de las heridas.

Salgo y me visto con un vestido liso que Declan saco del armario junto a ropa interior.

Me lavo los dientes y me presento frente a él.

—¡Estas hermosa, Willa! —su emoción me incita a emocionarme, pero lo oculto.

—Gracias... Tu también. —Espero su reacción, solo sonríe con gracia y se levanta.

En casa no se dicen muchos cumplidos que digamos.

—Te dejaré en la biblioteca, mientras te preparo algo de comer. Debes estar hambrienta.

Lo sigo hasta una sala gigante repleta de libros hasta el techo.

Me siento en uno de los sillones y lo veo buscar.

—Aquí está. —pone en mis manos un libro con el título "las omegas y todo sobre su comportamiento"—Quédate aquí.

—Claro... —murmuro mientras se va. —Que no.

Me levanto rápidamente y abro la ventana. El bosque me recibe.

Solo son dos pisos. Solo son dos pisos...

Trato de convencerme. En casa subía árboles altos, pero no paredes lisas como estas.

Cierro los ojos y me tiro.

—¡Maldita sea! —digo dando vueltas por el suelo. Caí encima de mi brazo.

Sin prestarle atención. Me levanto y me adentro en la espesura de árboles.

Corro todo lo que puedo. El sol ya se está yendo.

No escucho gente. No hay nadie ya al rededor. Solo agua...

Sigo mi oido.

Pronto veo lo que es. Me acerco con cuidado al acantilado. Realmente me asusta.

Unas ramas llaman mi atención detrás de mi.

Doy la vuelta con cuidado de no estar cerca del precipicio.

—Willa... —la voz enojada de Félix llega a mi.

Soy capaz de mirarlos ahora a los ojos.

Elliot, Alister, Félix, Declan y Mikhael Harriet. La leyenda. Los más raros del mundo sobrenatural.

Su legado de muertes les hace justicia a lo que vi cuando peleaban con papá.

—Willa, aparta de ahí—dice Declan, tan calmado como siempre.

—Si caes no sobrevivirás, créeme yo me tire una vez y casi no la cuento. —Mikhael, el menor de todos ellos habla por primera vez.

—¡Ya no quiero ser la prisionera de nadie! —grito.

—Nosotros te cuidaremos, no serás nuestra prisionera —alza la voz Declan.

—No, no te creo. Ni siquiera me decis que pasó con mi padre y mi hermano. ¡Porque vosotros los habéis matado!—mis sollozos se entrelazan con el silencio.

—Todo tiene una explicación, Willa. Te contaré todo cuando estes lista. Pero nosotros no los matamos. Confía en nosotros —niego decepciona de que Declan me mienta.

—¡No tengo que confiar en vosotros! ¡Por qué vosotros no sois nada para mí! —Una mano me tapa la boca desde atrás. El único que falta es Elliot.

—¿Sabes porqué tienes que confiar en nosotros? —susurra en mi oído. Siento su respiración en mi cuello.

—¡Elliot, no!— grita Declan.

—Porque eres nuestra alma gemela. De los cinco. Eres de mi propiedad. —Lucho contra él.

¡No, no, no! No puede ser.

Agarro su mano que está en mi clavícula y la desgarro con mis dientes.

Salgo corriendo de lado intentando evitarlos.

Uno de ellos consigue agarrar la tela de mi vestido haciendome caer al suelo.

Mi pie se resbala y grito cuando me doy cuenta.

Estoy cayendo por un acantilado.

Y luego, nada.

Hola, chicas!

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Por cierto, si os aburrís podéis echarle un vistazo a mis otras novelas. 🤑

La loba y sus leonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora