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Los rayos del sol de la mañana del tres de enero se hicieron presentes en la habitación de Anna Moore, abriéndose paso caprichosamente por las rendijas que dejaban al descubierto las cortinas color uva que colgaban de los ventanales de la habitación en el segundo nivel de la casa. Mientras las tostadas se doraban en la tostadora y el café se calentaba, Audrey, la madre de Anna, se abríó paso por las escaleras llevando a con ella algunas prendas que la descarriada muchacha dejó  antes de tomar un baño luego de un partido de Futball la noche anterior.

-¿Anna?- golpeó la puerta con el puño haciéndose escuchar del otro lado de la puerta, luego de escuchar unos segundos el silencio que reinaba del otro lado de la puerta volvió a aporrear la añeja madera- Anna levántate que llegarás tarde- bajó la escalera sin esperar una respuesta.

Del otro lado de la puerta Anna, recien saliendo del valle de los sueños, me arrastro fuera de la cama cuasi serpiente con pocas ganas de comenzar el día, sabía que este año sería horrible en cuanto a la pesada carga horaria que derivaría en muchas noches sin dormir para terminar sus actividades a tiempo si quería el titulo de maestría como detective de la cuidad.

Hice mis necesidades, lavé los dientes mal espejo, mi cabello castaño asoma debajo del rubio con el que había experimentado durante los meses de vacaciones. Bajo las escaleras con el cepillo corriendo por el cabello, desatando los nudos de una larga noche de sueño. Llego a la isla de la cocina donde el olor a huevos revueltos golpeo mis fosas nasales abriéndome el apetito en segundos.

-Buenos días bella durmiente- mamá se pasea por la cocina con su traje de sastre que le da porte a la jerárquica abogada en la que se convertía de 8 a.m a 7 p.m. en la corte.

-Buenos días mamá- tomo asiento en la butaca que se alza junto a la isla de mármol blanco en la cocina. Tomo una de las tres tostadas con mermelada que había dejado en un plato a juego con la taza humeante de café para ella.

-Te llegó el aviso de la luz- la abogada le pasa el papel a su hija que tragaba con dificultad la tostada.

-Lo sé, el dinero de la beca llega en dos días así que tendrá que esperar- lo miró por arriba sin darle mucha importancia y siguió tomando su desayuno. Desde hacía 4 años la joven de 25 años vivía en una casa un poco alejada del campus del colegio. Cuando supo que su petición para asistir a la Prestigiosa Academia Batrock había sido aceptada con una beca completa de parte del colegio, su corazón se apretó pero de igual manera buscó un lugar acogedor para vivir y desde entonces, su madre, que más su madre parecía una amiga lejana, la visitaba de vez en cuando para pasar tiempo de calidad con su hija.

-Ya debo irme a trabajar, envíame un mensaje de vez en cuando, recuerda que tienes madre-dejp la taza y el plato vacío en el lavaplatos.

-Si mamá, sabes cómo son de difíciles los semestres, por favor no me presiones-  acompañé a la ahora abogada a la puerta y luego de unos minutos más de pedidos desmedidos de atención de una madre a su hija mi madre salió rumbo a su trabajo.

Quedé sola en su casa al fin sintiendo que la sensación de paz me engullía, caminé a paso decidido al baño, de camino me quité la ropa dejándola por cualquier lado y entré en la ducha pensando en el día que tenía por delante.

Teo mi compañero de curso y confidente desde que tenían 18 años había aterrizado devuelta de sus vacaciones en el aeropuerto a las dos treinta de la mañana, o eso decía el último mensaje que había recibido de aquel con el cabello rojizo.

Salí del agua luego de un largo masaje exfoliante, rebusqué al final del armario donde había quedado el uniforme escolar el cual consistía en una camiseta blanca cuello v manga corta, por el clima de verano que todavía reinaba en el ambiente, más unos pantalones cargo color negro y unas botas estilo militar del mismo color el cabello debía llevarlo recogido por lo que se hizo una coleta alta aún con el cabello mojado.

Me miré en el espejo conforme, yo no soy una mujer flaca, tengomis  rollitos por aquí y por allá, grandes senos que heredé de mis abuelas y que aumentaron con el paso del tiempo cuanto aumento de peso en épocas de una reciente pubertad, mis caderas son anchas, tengo poco trasero y mis ojos son marrones, nada fuera de lo común según las reglas de la sociedad. A pesar de todo aquello que la sociedad me hubiera remarcado que tenía que cambiar, yo me amo tal y como soy y eso no iba a cambiar por mirare cinco minutos más en el espejo. Conforme con mi look tomo mi laptop, que reposaba en la mesa de estudio junto a su cama, el bolso donde llevo monedero, documento y mi tarjeta del bus. Eran tiempos complicados para conseguir un transporte propio.

Luego de 20 minutos en bus, donde un pesado, por no decir acosador, no dejó de mirarle el escote por fin llego a la esquina de la cuarta donde luego de tocar el timbre con bocina chistosa me baje contemplando a lo lejos la corpulenta estructura de la casa de estudios.

A la vista la vieja fachada entrada en años de la casona que funcionaba como casa de estudios de al menos 100 estudiantes que soñaban con convertirse en detectives de la cuidad. Caminó por las vereda junto a la gran pared de cemento que cercaba la Academia, un muro de 3 metros y medio coronado con una reja eléctrica que protege el mismo grafiteado a un lado de la pared, Batrock apesta en negro brillante, marcas que dejaron los alumnos de la universidad rival en el muro luego del Torneo de las cuatro academias en julio del año anterior. Cuando llego a los portones de acero que se irguen omnipresentes en la cuadra, me acerco a la entrada y coloco el dedo pulgar en la pequeña pantalla junto a la garita de seguridad donde un oficial de la policía miraba televisión comiendo un sándwich.

-Buenos Días Miles- la luz verde en la pantalla dio paso a la aspirante a detective y el sonido de una puerta lateral abriéndose le dio lugar a pasar. Ya que Miles estaba tan enfrascado en su partido de softball que no contestó, siguí sin más por el camino de grava oscuro que  conducía directo a las puertas de la academia.

Con un empujón las viejas puertas dobles se abrieron ante mi, con un suspiro largo recibí la familiaridad de aquel lugar, las puertas a los costados del pasillo se posicionaban infinitas ante ella, dio algunos pasos internalizando el sentido de familiaridad que le daba aquel espacio, sería la costumbre de comenzar un nuevo años o su memoria muscular la que la llevaba hacia el primer piso. Pasaba puerta tras puerta, todas color caoba con su número de identificación en la puerta. "206 Oficina de asuntos estudiantiles" leyó de lejos, aunque no hubiera sido falta leer la letra color oro, una fila de estudiantes esperaban en la puerta pacientes en la puerta por lo mismo que ella, el horario de sus nuevas clases.

A sabiendas de que aquello me tomaría tiempo, tomé asiento en el suelo, saqué mi teléfono del bolsillo para distraerme con algún post de Instagram, mis favoritos, las páginas de perritos por supuesto. Mientras esperaba sonreía como una boba al teléfono mirando aquella foto de perritos con sweaters navideños y orejitas de reno, no noté el momento en el que la fila de estudiantes había enmudecido y se había acomodado perfectamente expectante ante la nueva aparición.

-Quita esa sonrisa estúpida de la cara y levántate del suelo- aquella voz que conocía perfectamente resonó sobre mi. 



Hola, todos, todas, todes, esta es la primera parte de una novela en la que vengo trabajando hace meses, no está terminada pero está en sus etapas finales (tenganme paciencia con las actualizaciones, tengo dos trabajos y voy a la Universidad, y no quisiera renunciar a escribir, es lo que más me gusta en el mundo), pero  pensé que ya es tiempo de compartirla con ustedes, espero que les guste este primer capitulo . Voten y comenten si les gustó. 

Batrock Academia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora