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Five ﹙ Ride or die ﹚
Después de lo ocurrido en casa de la Montgomery, Stu y Billy se fueron, solo para armar un plan sorpresa.
Tatum, Angelina y Sidney entraron juntas a la casa con bolsas de comida entre los brazos, esforzándose por no dejarlas caer mientras reían y se abrían paso entre los adolescentes. Se dirigieron directamente a la cocina para dejar los pesados artículos, y en cuanto cruzaron la puerta, una sonrisa se dibujó en los labios de Stu Macher al verlas.
—¡Llegó la comida! —gritó Tatum con entusiasmo, como si acabaran de traer la solución a todos los problemas del mundo.
El anuncio fue recibido con vítores y celebraciones por parte del grupo de adolescentes reunidos en la sala, hambrientos y felices de cualquier excusa para festejar.
Al llegar a la cocina, vieron a varios chicos ya bebiendo cerveza, como si la fiesta hubiera empezado sin ellos. Entre ellos estaba Stuart, que reía mientras le daba una lata a un chico más joven, animándolo a beber.
—Qué maduros son, ¿eh? —comentó Angelina con una ceja levantada, cruzando los brazos mientras observaba la escena con una mezcla de diversión y sarcasmo.
Fue entonces cuando notó algo pasar por el rabillo del ojo: una túnica negra que se deslizaba entre los pasillos de la casa. Abrió los ojos con leve sorpresa, pero decidió no decir nada. Quizás había sido su imaginación... o quizás no.
Stu también dirigió la mirada hacia el mismo lugar, pero no alcanzó a ver lo que ella había visto. Se encogió de hombros, desinteresado, sin saber que en realidad no había sido uno... sino dos.
—Ustedes no llegaron temprano, así que decidimos empezar sin ustedes —dijo el Macher con una sonrisa pícara, mientras buscaba con la mirada un rincón apartado. Ya tenía en mente dónde podría esconderse con Angie para un momento privado.
—Angie, ¿me acompañas por unos vasos? —preguntó, con ese tono despreocupado que usaba cuando quería algo más que solo ayuda.
Angelina lo miró con una pequeña sonrisa y asintió antes de seguirlo fuera de la cocina. Apenas estuvieron lo suficientemente lejos de los demás, Stu la tomó por sorpresa y la besó con intensidad. La chica soltó un leve jadeo, pero no se resistió. Al contrario, le respondió el beso con igual fuerza. Él la sujetó por las caderas, atrayéndola hacia sí con una urgencia que solo aumentaba.
Angelina, sin pensarlo demasiado, agarró la orilla de su chaqueta roja y negra —la famosa bata del Macher— y lo atrajo aún más. Stuart deslizó sus manos hacia sus muslos y, sin esfuerzo, la levantó para que rodeara su cintura con las piernas. La besó con más rapidez, más desesperación. No era solo deseo. Era algo más: lujuria, amor, culpa... Todo a la vez. Y lo sabían. Lo sentían. Era inevitable.
Se separaron solo cuando la falta de aire se volvió insoportable. Ambos respiraban con rapidez, los pechos agitados, las mejillas encendidas, y sonrisas tontas en los rostros como si fueran adolescentes enamorados... porque, de algún modo, lo eran.
