El origen

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Ser un ser humano corresponde con la idea preconcebida de tener que nacer, crecer, reproducirse y morir, las cuatro etapas de los seres vivos. Pues bien, nosotros hemos hemos avanzado hasta cierto punto en el que podemos elegir hacer muchas más acciones que las básicas para subsistir y dejar a otro ser vivo en el mundo antes de nuestra defunción, y nos preocupamos por las cosas materiales, la profundidad de las relaciones que formamos con otros seres -ya sean animales, plantas u otras personas- y nuestro futuro más allá de saber que vamos a morir.

Somos complejos y a veces nos complicamos solos. En nuestro día a día nos planteamos demasiadas cosas y no dejamos que nuestra mente descanse lo suficiente. La vida lleva un ritmo desenfrenado y, lamentablemente, no podemos frenar. O no todos.

Queremos más, parece que no sabemos conformarnos con lo que tenemos y solo nos damos cuenta cuando lo perdemos o si estamos apunto de hacerlo.

Una vez me vi en una encrucijada vital, de esas de vida o muerte -o es lo que parece cuando tienes diez años-; debía elegir entre mantener una amistad o admitir que se me aceleraba el corazón cada vez que la veía. Que su sonrisa me parecía lo más bonito del mundo y cada vez que sus manos tocaban las mías, aguantaba la respiración.

Pero tenía miedo. De que me mirara con repulsión al confesarlo, de que se alejara de mí. Temor a que me abandonara y nunca volviera a dirigirme la palabra.

Y por eso, cerré la boca y dejé que el tiempo pasara, llevándose consigo los sentimientos, las reacciones que me despertaba su tacto.

Borré de mi mente el querer algo más, porque ya era feliz con lo que tenía.

Sí, puede que en ese momento me convirtiera en una conformista y que, a raíz de un supuesto rechazo que solo ocurrió en mi mente, me diera cuenta de que hay cosas que no valen la pena si va a causar que pierdas otras.

Solo Una Mentira MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora