Unida a mí

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Minji da unas palmaditas a su lado y yo me siento. Me vuelvo para echarle un vistazo al sofá en el que Hanni y yo nos sentamos durante la reunión nocturna del jueves, pero no espero verla. Hoy lo ocupa exclusivamente Sunoo.

"Te echamos de menos el lunes," comenta Minji. "¿Va todo bien?"

"Sí." Veo que Haerin se sienta en su sitio habitual, en el sofá naranja. Me atrapa mirándola. "Antes no, pero ahora sí," especifico mientras saco mi cuaderno amarillo de la mochila y lo dejo en el asiento, a mi lado. Minji tiene una servilleta en la mano, seguramente para su lectura de hoy.

"¿Cómo está tu mamá?" pregunto.

"El fin de semana pasado volvió a casa," responde sin mirarme.

"Eso es fantástico," comento con entusiasmo. Pero Minji sacude la cabeza y se rodea un dedo con la servilleta.

"La han desahuciado," dice, y noto una punzada en el estómago.

"Oh, Minji, cuánto lo siento."

"Mi padre hizo que pareciera todo un acontecimiento, como si el hecho de que volviera a casa fuera algo positivo, pero, por favor… Como si yo no supiera qué significa estar desahuciado." Dobla una pierna, la esconde bajo la otra y se vuelve hacia mí. "La sala está completamente cambiada y ya no se parece en nada a la que ella decoró. Hay aparatos médicos por todas partes, y han plantado esa cama tan horrorosa junto a la ventana, como si ella estuviera expuesta para que todo el vecindario la viera o algo así. Pero es 'algo positivo', ¿verdad?" suelta con sarcasmo. "Porque ahora puede ver todos los días nuestro jardín delantero."

Descansa el codo en el respaldo del sofá, apoya la cabeza en la mano y prosigue:

"Yo fingí estar contenta porque sabía que significaba mucho para mi padre, pero ahora volver a casa todos los días al salir de la escuela es una auténtica tortura." Tan pronto como dice esto, abre los ojos como platos y se sonroja. Se tapa la boca. "Eso ha sonado terrible. No tendría que haberlo dicho."

Pienso en esa casa tan bonita y de aspecto alegre en la que vive, con el columpio colgado del árbol, sabiendo que eso es lo que su madre contempla todo el día, y no puedo imaginarme lo espantoso que debe de ser para Minji cruzar esa puerta azul y ver a su madre allí tendida, agonizando lentamente.

Minji sacude la cabeza, asqueada.

"¡Dios mío!" exclama. "¿Qué clase de persona dice algo así de su propia madre?"

Yo también he dicho «qué clase de persona» refiriéndome a mí misma. Son palabras especialmente dañinas, la clase de cosa que puede hacer que una espiral huracanada de pensamientos cambie inesperadamente de rumbo y siga una dirección aún más destructiva. Mi madre y Sue siempre me dicen palabras que me ayudan, así que yo se las digo a Minji.

"Una buena persona," afirmo. Me mira a los ojos y esboza una ligera sonrisa. "Alguien que quiere a su madre y detesta verla sufriendo tanto."

Suelta el aire de golpe como si quisiera secarse la cara con él.

"Gracias," susurra mirando al techo.

La idea surge de la nada y, antes de pensarlo, empiezo a soltar sin más lo que me viene a la cabeza:

"Ven hoy a mi casa al salir de la escuela. Podemos charlar. O escribir. O escuchar música sin charlar y sin escribir y sin pensar en nada malo."

"No sé," vacila mirando el suelo, toqueteándose las uñas. "A mi padre le gusta que vuelva directamente a casa al acabar las clases."

Señalo el teléfono, situado junto a su cadera con la pantalla hacia arriba.

"Te llamará si te necesita. Puedo llevarte a tu casa en diez minutos." Minji parece estar considerando la sugerencia. "Hasta puedes quedarte a cenar si quieres. Mi madre cocina fatal, así que tendrás que fingir que te gusta la comida, pero mi papá es, como, el rey de las charlas triviales, y mi hermanita puede ser muy graciosa."

Hasta La Última Palabra 《Daerin》《Niniz》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora