La tarde siguiente fue extraña para ambas, entre sexo descontrolado y unas ganas inminentes de Yeji por marcar a su omega.
Las piernas de Lia se encontraban sobre los hombros de su amante mientras ella la embestía, tan lento que se sentía en el cielo.
Las lágrimas corrían por sus ojos, aferrándose a las sabanas antes de que su amor volviera a anudar en ella.
—Hey... —Yeji le llamó la atención, tomando su rostro al ver que sus lágrimas, a pesar de ya haberse calmado por la sobrestimulación, seguían brotando, de tristeza. —Linda, hey ¿Qué pasa, mi amor? —Preguntó en un tono tan cariñoso que la hizo sollozar más.
Fue entonces cuando Yeji la acurrucó en su pecho, acariciando su espalda.
—No me abandones nunca. —Sollozó la menor, acurrucándose de mejor manera contra su novia, abrazando su cintura para mantenerla pegada a ella.
—Mi vida ¿De nuevo con eso? —Suspiró la mayor, besando cortamente la mejilla de su chica, antes de guiar los besos a su mandíbula y cuello. —Eres mi destinada, mi chica. Me gustas porque eres demasiado madura para tu edad, porque mi loba se siente bien contigo ¿Por qué te dejaría ir si eres todo lo que quiero?
Lia empezó a llorar más, pero sintiéndose amada por Yeji.
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Un fuerte suspiro fue dado mientras caminaba hacia su hogar. "Hogar" era una casa repleta de gritos por parte de ese mal alfa. Soobin seguramente se había ido de casa a ver a su omega, HueningKai.
¿Estaba sola? ¿Por qué no podía devolverse con su alfa? Sollozó en silencio antes de entrar a su casa.
Estaba sentado en el sofá como era de esperarse, con botellas a su alrededor, esparcidas por todos lados. Lia intentó no hacer demasiado ruido pero él ya había escuchado.
—¿Estas son horas de llegar? —No hubo una respuesta. —¿En donde mierda estabas? —Gruñó el alfa, enojado, borracho.
—La profesora Hwang tenía que hablar conmigo sobre un proyecto... Soobin se fue antes y no tenía como devolverme... Así que vine a p- —El fuerte sonido de una cachetada resonó en toda esa casa.
Sus ojos envueltos en ira, porque Jisu era igual a su difunta mujer.
Y él quería que Jisoo estuviera ahí, no Lia.
Volvió a cachetearla al notar los chupetones en su cuello, jaló su cabello entre lágrimas y la tiró al suelo mientras escuchaba los lastimeros llantos y suplicas de su hija.
Uno, dos, tres, cuatro golpes en su rostro, hasta notar como sus nudillos tenían sangre. Miró a Lia y lloró al ver lo que había hecho.
La dejó ahí, llorando en voz baja mientras se iba a sentar otra vez, volviendo a tomar.
Entonces Lia, simplemente se levantó y corrió lejos de ese lugar.