"Vicky Avalon, una adolescente de 16 años, inicia una nueva vida en la ciudad de Springbrook con la misión de convertirse en una protectora contra fuerzas malignas. Como Arcane Maiden, un linaje de jóvenes guerreras dotadas de poderes mágicos, su ob...
En las ruinas de la antigua ciudad Ur, ubicada al sur de Mesopotamia a 24 km al suroeste de Nasiriya, un pequeño grupo de exploradores investigaban los vestigios de la milenaria civilización Sumeria. Guiados por su sed de conocimiento y aventuras se adentraron en las entrañas de la tierra, justo debajo de las ruinas de un templo. Atravesaron pasillos y cuevas recónditas hasta que finalmente llegaron a un oscuro pozo que los condujo a una misteriosa catacumba. Sus linternas alumbraban las paredes de piedra tallada en las cuales se podían distinguir una serie de textos escritos en sumerio antiguo y jeroglíficos. Se adentraron cada vez más por ese angosto recoveco hasta el final de la estrecha cripta donde se vislumbraba lo que parecía ser un sarcófago tallado en roca. Repentinamente un sentimiento de angustia y peligro se apoderó de los individuos excepto de uno, que ávido de develar los secretos de aquella milenaria civilización, se acercó a dicho sepulcro. El explorador aproximó su linterna al féretro y trató de traducir unas líneas:
"Desde los albores de la historia, Ella ha plagado a la humanidad. Muchas madres han llorado por un bebé encontrado muerto en su cuna. Muchos hombres han rechazado el amor verdadero por una eternidad en su infierno. Ella fue creada del polvo cuando se creó a Adán. Aquí yace Lilith: la seductora y destructora, ramera de los demonios y enemiga del amor. Y ella nos acechará para siempre, caminando en las sombras, sembrando las semillas del descontento, cosechando almas".
—¿Lilith? ¿Crees que sea de verdad Lilith, la madre de los demonios de las leyendas? —preguntó consternado otro explorador.
—No lo sé, pero es mejor que salgamos luego de aquí, este lugar parece estar cubierto de muerte.
—Esperen un poco, déjenme llevar esta pieza de orfebrería. Imaginen el valor histórico que ha de tener — comentó el explorador que minutos antes había leído las inscripciones de la tumba, al descubrir lo que parecía ser un medallón dorado.
—Parece ser un sello —profirió uno de sus acompañantes.
Inesperadamente, el sarcófago se abrió dejando entrever una figura femenina momificada. El explorador, quien había retirado el sello, se acercó para verificar lo que estaba viendo.
—¡Vámonos ya! —le gritó su compañero muy nervioso y asustado.
El pobre hombre no tuvo la oportunidad de reaccionar cuando una mano áspera y seca como corteza de árbol lo cogió del cuello y lo apretó con fuerza. En un instante la momia drenó su vida, dejando al hombre en el mismo estado en que ella había sido encontrada: tan seco y descompuesto que al soltarlo se desplomó en el suelo como un muñeco de paja y polvo.
Gritos de pavor que trataban de abrirse paso entre las entrañas de la tierra, fueron silenciados. Las linternas se apagaron. El único sonido que salió de allí fue el sonido de la muerte.
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