Capítulo 1: Bienvenida a Noralti

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Un suave murmullo de voces lo arrancó de un sueño sin forma. Abrió los ojos, y el resplandor de la luz blanca le hizo entrecerrarlos de inmediato. Cuando su visión se acomodó, Alex notó el frío que lo rodeaba. Se encontraba en una habitación de hospital, con paredes blancas y monitores pitando al lado de su cama.

—¡Mamá, papá, está despierto! —exclamó una enfermera emocionada.

Una mujer y un hombre entraron en la habitación. Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas mientras corrió hacia Alex y lo abrazó.

—Hijo mío, ¡por fin estás despierto! —susurró, con la voz temblorosa.

Alex miró a su madre con ojos confundidos. Su mente era una maraña de pensamientos borrosos y recuerdos fragmentados.

Diez años habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, y él no podía recordar nada.

—¿Dónde... dónde estoy? —preguntó débilmente.

—Estás en el hospital. Tuviste un accidente y estuviste en coma durante mucho tiempo. Pero no te preocupes, todo está bien ahora —respondió su padre, tratando de sonreír, aunque había preocupación en sus ojos.

Con el tiempo, Alex se recuperó físicamente. Los médicos estaban asombrados por su recuperación, pero su memoria continuaba siendo un misterio. Había olvidado su vida entera, incluyendo a sus amigos y su vida en la ciudad.

Finalmente, el día de su alta llegó, y Alex se encontraba frente a su casa familiar. Los viejos recuerdos estaban fuera de su alcance, y la casa le parecía extraña. Aun así, su familia estaba decidida a ayudarlo a adaptarse.

—Sabes, Alex, hemos estado viviendo en un lugar tranquilo desde hace algunos años —le dijo su padre—. Pensamos que sería el mejor lugar para ti durante tu recuperación.

El pueblo de "Noralti" se extendía a los pies de las montañas, rodeado de exuberante naturaleza. Calles empedradas y casas con techos de tejas creaban un ambiente de tranquilidad que contrastaba con la vida agitada que Alex había conocido.

Alex asintió, inseguro. A pesar de la calidez de su familia, se sentía solo. Necesitaba amigos, necesitaba un sentido de pertenencia. Su padre lo había llevado a un café local en el centro del pueblo.

El local estaba lleno de risas y charlas amigables. Alex observó a las personas que se reunían allí. Fue entonces cuando un rostro en particular llamó su atención. Una joven de cabello oscuro que estaba sola en una mesa, con la mirada perdida en un libro.

—Papá, ¿quién es esa chica? —preguntó Alex, señalando a la joven.

—Oh, esa es Maya. La hija del dueño del café. Es una chica tranquila, pero un poco reservada. Deberías acercarte y hablar con ella. Podría ser una buena manera de hacer nuevos amigos —sugirió su padre.

Alex dudó por un momento, pero finalmente se acercó a la mesa de Maya. Su conversación inicial fue incómoda, pero gradualmente comenzaron a hablar. Hablaron de libros, música y la vida en "Noralti".

Alex se sentía atraído por su amabilidad y su misteriosa aura.

A medida que la tarde avanzaba, la conversación se volvió más animada. Ambos rieron y compartieron historias. Aunque Maya era reacia a hablar de ciertos temas, como los rumores sobre el pueblo, Alex sintió una conexión con ella.

El día culminó con una promesa de encontrarse nuevamente en el café. Al regresar a casa, Alex se sintió aliviado por la primera chispa de amistad en su vida después del coma. Sin embargo, la sensación de que había secretos ocultos bajo la superficie del pueblo no lo abandonaba. La intriga está en el aire.

"Las sombras de Norialti" Libro 1: "Despertar en el Tiempo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora