1. Intriga

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    —Vamos, amor, será algo de un solo día.

—No, Gwen —negó Peter.

Sin embargo, pese a su clara negativa, Gwen fue insistente.

—Andy me ha dicho que en eso se gana muy bien, cielo —soltó ella, pomposa. Se acomodó sobre la cama con piernas cruzadas—. Además, es una página confiable. Sabes que Andy no tiene razones para mentirme.

Peter le miró de reojo, negando. Tenía dos tazas de té en la mano, y una se la entregó a Gwen.

—Sé que Andy no tiene razones para mentir —comenzó diciendo, sentándose en la orilla de la cama para estar cerca de su novia—. Es más, creo en todo lo que dice; pero por qué nosotros.

—¿Te molesta que tú también tengas que hacerlo? —preguntó, cautelosa—. Puedo hacerlo yo sola. Solo será una cita y no más —se apresuró a decir, avistando la desaprobación en Peter—. Te juro que me levanto y me voy si veo que algo extraño sucede.

Peter frunció el ceño.

—No, no es por... Gwen, no, es muy riesgoso. Ya encontraremos algo en qué trabajar, cariño —dijo, queriendo verse animoso a pesar de que su rostro solo reflejaba lo contrario—. No te desesperes por algo de lo que puedas arrepentirte más adelante.

Gwen frunció el ceño, fastidiada, y dejó su taza de té sobre la mesita de noche.

—¿Encontraremos? —escupió—. Peter, si no fuera porque mi papá me prestó algo de dinero, hace rato el maldito casero nos hubiera echado. Sabes, mi papá quiere que vuelva a casa —contó, levemente abatida—. No cree que seas un mal chico, pero piensa que no me estás dando un lugar adecuado dónde estar.

—Tal vez tiene razón —musitó.

Su apartamento era menos que una caja de fósforos. La cocina estaba al lado de la cama y su clóset estaba empotrado en una de las paredes, las cuales eran débiles y delgadas, provocando que el frío en invierno fuera mortal.

—No, por supuesto que no. Fue mi decisión irme de casa y vivir contigo, hacer una vida juntos —dijo, el cariño en sus palabras—. Sé que ahora tenemos bajos, pero podemos salir de esta si nos registramos en esa página. Te repito que Andy dice que ahí ganas buen dinero, y con solo una cita, máximo dos, saldremos de todas nuestras deudas —empezó, buscando la confianza y afirmación en Peter, dándole dulzura a sus palabras y siendo un poco apremiante—. Yo solo quiero librarme de la carga de este apartamento. Por favor, Peter.

Sin embargo, Peter estaba poco convencido.

—Gwen...

—Si quieres, solo lo haré yo.

—No, claro que no —negó con rapidez.

—Entonces, ¿te unes conmigo? Porfi —pidió, juntando sus manos y haciendo un puchero tierno.

Peter chasqueó la lengua.

—Está bien.

—¿En serio?

—Sí —afirmó con disgusto—. Pero si en una semana no conseguimos nada, lo dejamos. Creo que la solución sí sería que fueras nuevamente a casa.

—Peter...

—Es la única condición que tengo, Gwen. No quiero que te fuerces a hacer esto de las citas solo por mí o el apartamento.

Gwen sonrió poquito.

—Bien.

Aunque estaba dudosa por lo dicho, se apresuró a abrir su portátil y escribir el nombre de la página. Rápidamente, la imagen de un chico joven y muy guapo le dio la bienvenida a SugarDaddy.com. Junto al chico, se podía leer el texto que preguntaba si deseaba iniciar sesión o registrarse.

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