Go To Hell Merry Christmas

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Desperté con incomodidad. Los rayos del sol comenzaban a colarse por la ventana. Observé incrédulo en dirección a esta y me percaté que había olvidado cerrar bien la persiana.

Maldición.

Sin pensarlo más me puse de pie. La noche anterior había sido un desastre, podía jurar que sí. Y cómo no hacerlo, si poco recuerdo de lo que pasó, y lo que recuerdo ojalá no pudiera hacerlo.

Había llegado demasiado temprano a la cena de noche buena, mis tías aún preparaban el pavo y endulzaban los buñuelos.

—¿Y Nick?

Nadia preguntó curiosa, miraba constantemente a la puerta, anhelando que en cualquier momento cruzará por ella.

Muy en el fondo yo también lo esperaba.

—No vendrá.

Hicieron silencio y después de minutos, comenzaron a murmurar entre ellas, quizá fue mala idea decirles, estar ahí, a ver vendió. Pude quedarme en casa y maldecir hasta quedarme dormido o embriagarme hasta no recordar mi nombre.

—¿Se pelearon?

Negué, pero sus ojos me miraron con demasiada intriga.

—Pasará la cena con sus amigos.

O su familia.

—Pero hoy festejaremos tu cumpleaños...

Eso le daba más importancia a la noche.

—No vendrá hoy.

Ni mañana. Nunca. No vendrá nunca más.

—¿Seguro que todo va bien?

—Sí. —sonreí. ¿Qué más podía hacer? ¿Llorar frente a ellas? —No siempre tiene que estar, puede tener su tiempo y disfrutarlo con quien le plazca.

Desde ahora y para siempre.

Lo intenté, juro que eso hice. Mantuve la calma y guardé silencio, no quería estropear el único día que podía estar con mi familia, no quería tener un cumpleaños de mierda.

No por él.

Hice lo que ningún otro año, me esforcé demasiado en no estropearlo.

—Mindy ¿te ayudó con la mesa?

Desde la cocina la escuché gritarme que sí. Siempre poníamos un mantel blanco que había pintado la abuela; tenía la flor de noche buena en cada esquina y al centro. Era bellísimo, quizá por eso mi color favorito era el rojo.

—Hola, Tay.

Mich jalaba la manga de mi suéter. Miré hacia abajo y me encontré con una melena de cabellos roja y una sonrisa maravillosa, con dos hoyuelos marcados.

—Hola, ¿cómo está mi primo favorito?

Me hinqué y entre mis manos, tomé sus mejillas, luego las llene de besos.

—Bien. —me dio un abrazo. —Te quiero.

—Yo a ti.

No me di cuenta en qué momento mis ojos comenzaron a llover, los limpié cuando vi Mich correr hacia una de las habitaciones.

En el segundo en el que terminé de poner la mesa, Madison salió por la cocina, apresurada.

—Temía que no terminaras nunca. —puso algunas cacerolas sobre la mesa y regresó a la cocina por el chocolate.

—Qué exagerada, no tenían nada listo aún.

—Guarda silencio.

—¿El resto de los niños?

One Shots •Taynic Galikhar•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora