La enfermerita

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Aclaratoria: ¡ADVERTENCIA! Estás a punto de leer una historia que puede parecerte horrible y repugnante (sobre todo si eres madre o padre). Debes saber que NO se trata de apología; sencillamente es ficción, y lo principal, se está narrando sobre figuras o personajes INEXISTENTES, por lo que forman parte de una idea, y a las ideas no se les puede juzgar, ¿verdad? Queridos trupaners, he escrito esta historia con mucho cariño. El TruPan es una ship que me gusta bastante, pero más con los clásicos Trunks adulto y Pan niña o muy jovencita. Quizá sea por culpa de GT, pero me cuesta contemplar esta relación con una Pan mayor (XD). El fanart de una artista de Pixiv me ha inspirado de tal manera que me vi obligada por mi propia fascinación a escribirle algo a dicha ilustración, la cual he usado como portada. Espero de corazón que disfruten de este one-shot pese a su oscuridad.


















Los hospitales son la cosa más aterradora del mundo; están llenos de fantasmas. Muchas personas han muerto ahí; algunas tienen la gran suerte de irse con tranquilidad, otras se marchan sufriendo de una forma horrorosa.

Sin embargo, quizá no exista nada peor que los fantasmas que atormentan a la mente; a la cabecita de los médicos, siempre tan presionada; siempre tan repleta de egos y de culpas.

Antes de su muerte, Gohan siempre le dijo a su niña que se anduviera con cuidado, especialmente de noche, que es cuando los fantasmas de la mente y los de sábana blanca cobran vida. Siendo un genio, falleció; murió de una enfermedad simple. Su única hija heredó su extraordinaria cabeza, y por ser también un genio, se encontraba practicando ya la enfermería a la edad de... diez añitos.

Desde luego, era la única niña trabajando durante las noches... y también durante el día; claro, cuando le tocaba atender dicho turno. Además de inteligente, era sumamente preciosa y sumamente adorable; los ancianitos tiernos se derretían al verla y las madres amorosas le pasaban la mano por la cabeza y los recién nacidos frenaban su llanto con su solo toque. La vida como niña genio y en el área laboral era para ella excelente, pero estaba muy sola. Con ambos padres finados contaba únicamente con la visita esporádica de un inspector de Servicios Sociales.

Los enfermos le hacían más compañía que la triste consciencia y las paredes frías de su pequeño departamento, y los fantasmas también.

...

Pan asomó la cabecita a la mitad por una de las cuatro esquinas del tétrico pasillo; esa era el área más sola del hospital; era la cuarta planta, <<Terapia intensiva>>. La oscuridad fuerte se sentía pesada, y los pasitos de la niña eran lentos; sentía que arrastraba los pies por el corredor, mas debía hacer su trabajo.

De pronto, de entre la turbia oscuridad escuchó un alarido hueco y no completado, como de alguien que definitivamente no podía hablar. La niña, al escucharlo, volteó deprisa hacia atrás, y tras un grito rápido se echó a correr por el extenso pasaje.

...

El hospital estaba colmado de fantasmas, y los que lo acosaban eran incluso más y mucho peores. Sabía que en el hospital asustaban, pero no le importaba; debía hacer su trabajo. Era un profesional; uno de los mejores doctores de la ciudad. Cargaba con el renombre y la responsabilidad que eso suponía. No obstante, últimamente luchaba con el peor de los fantasmas: con el de la depravación. Nunca en la vida le había ocurrido algo así. Era un hombre limpio; le gustaban las mujeres de su edad, aunque con poco tiempo contaba para salir con ellas; casi siempre estaba en el hospital; en él se le iba la vida, todo.

Se había enamorado... de la persona menos indicada; de la personita más pura en la que nadie debía poner jamás sus ruines ojos, pero él lo hizo; él que tanto criticaba eso; él que tanto despreciaba a los hombres sucios; a los desgraciados; a los perversos, y se había convertido en uno de ellos. Se había enamorado de la única niña trabajadora; de Pan; de su dulce Pan. La niña enfermera de uniforme rosita, de sonrientes ojos y carita angelical, y se mordía el pulgar nerviosamente y con gozo de solo pensar en ella, en su belleza, en su blancura excesiva, en su cuerpecito de Dios, en su encanto, y la erección era enorme detrás del pantalón azul; no la notaba mientras terminaba de apuntar los miligramos de la droga a emplear en un paciente grave.

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