— Y esta es mi asistente ejecutiva, Mirella Carroll.
Mirella apretó la mano de la persona que le fue presentada por su jefe, Edwin Haland. Elegantemente vestida, con el cabello rubio atado en la nuca,ella podría muy bien ser confundida con una patrona millonaria, en vez de ser vista como una simple organizadora de fiestas de caridad. Nadie adivinaría que aquella era la primera vez que Mirella fue designada para desempeñar un papel bastante importante, y que había sido invitada en el último minuto asustituir una funcionaria, ahora enferma.
Alguien la tomó del codo, conduciéndola a un lado.
— ¿Dónde compraste el traje que estás usando? — Jean, su colega de trabajo, preguntó. — ¿Asaltaste algún banco?
— Es de mi hermana —Mirella susurró.
— Como me gustaría tener hermanas así — Jean rumió. — Aunque estuviese loca en pedir algo prestado a mi hermana, tendría que luchar para convencerla. Tu hermana debe ser un ángel.
— No tanto así, no exageres. —Mirella rió. Ella frunció la frente al notar que el buffet estaba sin tocar. Hizo señas al mozo. — ¿Por qué será que la comida no fue servida, Jean? —le preguntó a su amiga.
— El personaje más importante aún no llegó —Jean respondió. — Ah, ahora me acuerdo. Estuviste de vacaciones, y no conoces a nuestro nuevo patrocinador.
— Debe ser una persona muy importante, Jean, para que el Sr. Haland no comience la fiesta antes que él llegue.
— Si, es muy prominente, riquísimo, descendiente de familia filantrópica
—dijo Jean con una sonrisa. — Un manjar caído del cielo. Nuestros directores hicieron de todo para agradarlo. Hasta Polly, que detesta dar sus homenajes a los hombres, entró con una contribución.— ¿Polly? ¡Estás bromeando! —protestó Mirella.
— Es verdad —insistió Jean. — Polly se dio el trabajo de salir a comprar una torta especial para él y...
— ¡Estás bromeando! —Mirella repitió.
— No lo estoy. El hombre es atractivo. Subí en el mismo elevador, y recé para que se parara en el camino... No porque espere que ese hombre se aprovechase de la oportunidad.
—Jean suspiró. — Pero, nunca se sabe. A los italianos les gustan las mujeres llenas de formas, y tú no puedes decir que yo no sea de ese tipo.— ¿Es italiano? —indagó Mirella.
— ¡Ahí está el hombre! —exclamó Jean.
— ¿Dónde?
— Dios, ¿no lo ves?
Mirella se deparó, de súbito, con un hombre alto, de cabellos oscuros, que acababa de entrar en la sala, acompañado de dos directores de la compañía, Earth Concern.
Mirella tuvo un shock tan grande que quedó paralizada.
— Es Cesare Falcone —susurró Jean. — De las Industrias Falcone. Un hombre guapo, ¿no? Por lo que supe, el sr. Barry le dio una copia del boletín de Earth Concern en una cena, y nuestro hombre quedó tan interesado que manifestó deseo de comparecer a una reunión nuestra, en esa misma semana.
¿Cesare?, Mirella repitió mentalmente.
Ella sintió un nudo en el pecho y se retiró de la sala. Fue al vestuario felizmente no había nadie allí ver a Cesare de nuevo, donde menos esperaba encontrarlo, fue un verdadero shock para ella santo Dios, ¡como podía ser cruel la vida a veces!Mirella se llenó de odio.
Hacía cuatro años, cuando apenas había salido de la universidad, con excelentes notas además, encontró un excelente empleo Cesare Falcone la contrató como su asistente ejecutiva, años más tarde fue despedida, pasando por la humillación que le prohibieran entrar en Industrias Falcone. Y, como si eso no bastase, le fue negada una carta de referencia ese rechazo consistió en un punto negativo en su currículum.A Mirella le llevó más de un año encontrar
otro empleo, y tuvo que conformarse con una posición muy inferior, y un salario
igualmente inferior Cesare Falcone destruyó su carrera profesional pero la culpa no fue sólo de él .Mirella cerró los ojos, intentando borrar los recuerdos del pasado un paso en falso... un error... Ella se enamoró de su empleador y, como siempre pasa en esos casos, quedó vulnerable.Su corazón ocupó el lugar de su cerebro y ahora Mirella se odiaba por haber sido tan ingenua, tan imprudente,tan tonta, temblaba sólo de recordar.
Ella salió del vestuario conciente de que en algún momento en aquella noche sería forzada a encarar a Cesare de nuevo.
Edwin Haland daba un pequeño discurso cuando ella volvió a la sala del banquete.
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Traición cruel
RomanceQuizá hubiera sido su amante, pero jamás sería su esposa... Después de su traición, despedir a Mina Carroll fue una decisión puramente profesional... aunque hubieran sido amantes. El siciliano Cesare Falcone le había arruinado la vida y no estaba...