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Sacrilegio

Hay un demonio en la iglesia, hay un demonio en el monasterio, hay un demonio en el pueblo.

Todo empezó con una pesadilla que daba la alarma un mal presagio y junto con esa perturbadora visión sobre el futuro, acompañado de un miedo constante, una ansiedad abrumadora y un terror inminente.

Las campanas de la iglesia anuncian su bautizo, el agua bendita cae por su cabello rubio, el brillo del sol entre por el vidral, la luz alumbra su cuerpo, es hermoso, es fácil quedarse maravillado con la apariencia inocente del chico, esos grandes ojos negros que reflejan la oscuridad absoluta.

Miguel adora a su nuevo hijo, demasiado se podría decir. El Joven es educado, los domingos canta en el coro con su suave y flexible voz, es amable, cortes, le agrada a todos, es difícil odiarlo.

Nadie puede ser tan perfecto

Los novicias rodean a el joven rezando por su bienestar. En la puerta de entrada, la hermana María se ve inquieta, mueve sus dedos nerviosa, y sus ojos son la viva imagen de la palabra “insomnio” No quiere parecer loca, no quiere preocupar a todos

—¿Esta bien hermana María?—Le pregunda una de las Monjas

—No es nada—Lleva su dedo indicé a su boca, muerde su uña, sus dedos están lastimados desde las cutícula, hay costras alrededor y aun así no se detiene

—No hagas eso

María aparta sus dedos de su boca—¿No es raro? Digo el jovencito que adopto el padre paso a ser un muchacho de 13 o 14 años a un joven de 18 años en un plazo de tres meses ¿Acoso soy la única que lo nota?  ¿Cómo puedo ser la única que lo nota?—Lleva las manos a su boca—No puedo mirarlo o los ojos, siento nauseas si lo hago, yo lo vi en mis sueños—Sus hombros empiezan a temblar

La monja entrelaza sus manos con la de la hermana María—Los niños crecen muy rápido hoy un día, solo deben ser celos, sabemos que el padre Miguel y tu han sido muy unidos, debes manifestar eso en uno de tus sueños

—No estoy loca.

—No digo que lo estés, solo necesitas descansar

—¿Crees que soy una mujer celosa? Veo a el padre Miguel como mi hermano biológico, no son celos, solo me preocupo por el

—Solo debes descansar

—¡Te dije que no estoy loca!—María grita en la cara de su hermana. Se pierde en los pasillos de la iglesia, temblando, parida y llena de pánico.

Una semana después el diestro tocar de un piano viene de la habitación del jovencito, alegrando todo el convento, el joven sonríe, sus dedos delgados son expertos.
El padre Miguel ve a el muchacho tocar, dijo que aprendió solo, en tan poco tiempo, su hijo podría ser un prodigio,  genio futuro, aprende muy rápido incluso idiomas y matemáticas

—¿Qué tal papá?—Pregunta el jovencito

—Es bellísimo—El padre acaricia la cabeza de su hijo—Podrías tener gran prestigio a futuro—¿Me darías un premio?

Miguel sonríe—¿Qué quieres? ¿Ropa? Te daré lo que gustes

—Quiero un beso—Toca sus labios—Justo aquí

—No—Responde de inmediato, aleja su mano de la cabeza del joven—No es algo que deberían hacer un padre y un hijo

—Pero no tenemos lazos de sangre

—No es algo que deberían hacer dos hombres, Dios lo dice y no podemos cuestionarlo—Dice Miguel. Pensar en la idea de que podrían descubrí que  siente cosas mas haya que el afecto paternal por su hijo lo condenaría, podría echarlo a la calle y quitarle su hogar, titulo y nombre, por ser un depravado homosexual, lo peor de todo, es que podrían arrebatarle a su pequeño de sus brazos y eso es algo que no va a permitir—Podría darte un beso en la frente

RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora