Ódiame cada día que extrañes mis caricias y tus manos solo sean carne fría.
Ódiame cuando por las noches extrañes mi olor y la ausencia de mi cuerpo sea tu prisión.
Ódiame en serio, ¡sin dudas! Maldiceme cada que puedas y las horas se hagan días y a mí te sepa el tequila.
Ódiame cuando tus labios se partan, cuando no acaricie tu espalda.
Cuando ya no tengas mi hombro, ni mis ojos, ni mi cerebro ni corazón.
Porque si me odias me amaste y si me amaste, no podrás olvidarme.