June.

1 0 0
                                    


Yo nunca he sido amante de las fiestas, me parece ridículo embriagarte hasta el tope de vomitar todas tus entrañas y hacer el tonto frente a personas quizás más sin cerebro que tú. Además, tampoco es que sea de bailar excepto cuando lo hago en las porristas. Se me hace más fácil, más entrenado. Igual no quiere decir que no baile un poquito en otras circunstancias. En fin, no es una historia de mí y mi relación amor odio con el baile y las fiestas. Es la historia de mi final. Aquí comenzó mi perdición, mi agujero de Alicia en el país de las maravillas, donde caí y caí hasta que toque fondo. Y no, no me espero una tierra fantástica de fantasía, ni conejos, ni nada de eso. A mí me espero el pinche asfalto del suelo. La humillación pública, las lágrimas, el helado de frambuesa que era mi único consuelo y mi corazón achicharrado en un rincón. Mi historia de amor (o desamor como término siendo) comienza como todo buen cliché americano, en una fiesta de preparatoria. Un viernes, a 4 meses de la graduación final y en medio de la noche más helada de mi vida.

Por muy absurdo que parezca, era bastante conocida en la escuela, estaba en el periódico escolar, hacia parte de las porristas y para terminar mi cuadro dorado, era parte del comité estudiantil. Era la vicepresidenta. No estaba nada mal, pero de vez en cuando esperaban que le besara los pies a la presidenta y adivinen que, no lo hacía. Luna es mi mejor amiga, junto con cris, bruno y Samuel. Éramos un grupito buena onda que uno que otro día causaba estragos por ahí. Un grupito al que se le ocurrió la genial idea de ir a una fiesta un viernes, porque nadie tenía mejores planes que hacer y porque secretamente se morían por la atención de la gente. Así que fuimos, yo arrastrada por ellos quiero aclarar. Obviamente que no quería ir, obviamente prefería dormir en mi camita antes que esto pero mi humilde opinión fue anulada. Así que fui con ellos, y trate de pasármela bien, charle con varios compañeros que iban conmigo a clases, camine la casa como 3 veces y me serví dos tragos de vodka con jugo que era lo único que podía tolerar. Nunca pensé que una fiesta ordinaria, con gente ordinaria me haría conocer al mismísimo diablo en persona. Perdón, obvio que no era el diablo pero me gusta llamarlo así porque tal cual lo hace ese personaje, él también me hizo ver el fruto prohibido como algo tentador. Quién lo diría, que terminaría siendo Eva y que conocería a mi adán justo cuando me daba la vuelta para buscar a mis amigos y alejarme de una chica que comenzó a vomitar al lado mío.

Honestamente, creo que estaba perdida incluso desde ese primer momento que nos vimos, no creo haber tenido nunca oportunidad de escapar. Me atrapaste justo al segundo de mirarme con tus ojos verdes, creo que ni siquiera escuche bien lo que dijiste pero me hice la que sí y luego lo entendí cuando me llevaste al baño y me empezaste a limpiar mi camisa con una servilleta. Demonios, esa chica me había salpicado vomito. Recuerdo haber empezado a maldecir a la chica en voz baja y que tú te reíste y dijiste que te había pasado lo mismo la semana pasada y que me entendías.

Pasaron 10 minutos y ya nos habíamos preguntado el nombre, te llamabas June y también recuerdo haberme reído bastante cuando me lo dijiste. Incluso hice bromas sobre eso, chistes malos de los cuales tú te reías también. Fuiste por más vodka y jugo y después bailamos, porque me convenciste de quedarme un rato y buscar a mis amigos luego. Pensé que si ellos tampoco me habían buscado a mi entonces podía esperar un rato más.

Ese rato más fueron dos horas. Dos horas donde bailamos, canciones lentas que se bailaban pegadas y yo me ponía nerviosa porque ya podía sentir que algo en ti me gustaba y no quería hacer el ridículo. Canciones rápidas, que fueron mis favoritas porque saltábamos y cantábamos letras que ni eran las verdaderas. Y cuando ya estábamos sudados y cansados, me llevaste a caminar por la casa, por cuarta vez. Claro que no te dije que era mi cuarta vez porque quería estar a tu lado. Hablamos y hablamos, de nuestras vidas, nuestros amigos, nuestros gustos, descubrí que ambos amábamos el helado, que nos quedábamos dormidos viendo películas y que éramos bastante buenos en matemáticas. También, me contaste de tus hermanos, tu papa trabajando en el banco y tu mama siendo una chef.

Yo te conté que era hija única y que no me gustaba y que mis papas eran dueños de un hotel a las afueras de la ciudad. Me sentía en confianza, me sentía cómoda, sentía que estaba abriendo los ojos y viendo los colores por primera vez. Me sentía viva. Más viva que cuando me suben en lo más alto de la pirámide en las porristas. Con el corazón a mil. Tal vez por eso no vi más allá. No me fije en las señales, o no sé si es que en realidad no me diste ninguna.

Para las 3 de la mañana me había quedado dormida en tu hombro con tu chaqueta puesta y el ruido de tu teléfono me despertó. Alguien te llamo y tú respondiste en susurros. Estaba medio dormida pero si recuerdo que mencionaste que ya te tenías que ir, que tus amigos vendrían por ti. Nos levantamos y pensé que si mi grupo se había ido estaba en serios problemas pero me tomaste de la mano y te ofreciste a llevarme. Lo confieso, sentir el calor de tu piel contra la mía me descoloco por un segundo. Fue como una corriente eléctrica tan sutil que apenas y fue perceptible, pero yo sabía que estaba ahí. Nos encontramos con tus amigos en la entrada de la casa, eran dos chicos que parecían haber corrido una maratón, me vieron y te miraron tan extrañamente. Justo ahí, esa debió ser mi señal. Como es que lo pase por alto.

No me presentaste y solo les dijiste que necesitabas llevarme a mí también a mi casa. Todos caminamos hacia un auto y casi antes de entrar en él, escuche como uno de tus amigos, el de cabello rizado, te susurro que donde estaba lila. Que amable de su parte susurrarlo pero igual lo escuche. ¿Y esa? ¿Esa tampoco me pareció una señal? Quizás esos vodkas con jugo jugaron con mi mente más de lo que creí. O quizás debo dejar de buscar culpables porque la única que tiene culpa de todo, soy yo, yo solita me metí en este lio y yo solita me tenía que salir. No, no era así, no fue así. Yo no me salí, a mí me sacaron. Me pasaron tarjeta roja y me expulsaron.

La cosa es que sabía que conocía a una Lila, sabía que ella y yo no éramos mejores amigas pero íbamos juntas en las porristas y se sentaba conmigo en el almuerzo de vez en cuando. Sabía que había ido a su casa muchas veces a practicar rutinas, sabía que era bastante amable y bonita. Bastante bonita, rubia con el cabello largo, el estereotipo clásico. Sabía que conocía a una Lila pero no podía encontrar una conexión con june en ese momento. June no iba a mi preparatoria, eso me lo había dicho. Y si era su vecino ya me lo hubiera encontrado las veces que visite a Lila en su casa.

Mi mente comenzó a dar vueltas y sentí nauseas por un segundo. "contrólate agus" me dije a mi misma, nada de vomitar. Nada de vomitar en autos ajenos frente a tres chicos y uno de ellos luciendo tan perfecto con esos ojos verdes y su cabello rubio cayéndole suavemente en su frente. Quizás si era rubio podría ser hermano de lila, sostuve esa teoría por un momento aunque no tienen nada más parecido. Él era más alto y su piel más bronceada que la de lila. Y lunares, varios lunares en su rostro, en su cuello, incluso por sus orejas, me causaban ternura y me preguntaba como seria tocarlos. Pero que cursi me había puesto. Lástima que al final terminara siendo un mentiroso. No, no. Ya habíamos aclarado el punto que la que se hizo ilusiones fui yo.

Nunca escuche la respuesta de june sobre Lila, y el en el trayecto a mi casa se mantuvo callado. Iba a mi lado pero se veía pensativo, lejano. Como si tratara de resolver algo en su mente. Cuando llegamos me baje y le dije gracias a sus amigos, June también se bajó y me acompaño a mi puerta. Mi estómago se retorció cuando me volvió a tomar de la mano y me miró fijamente. Me dijo que estaba feliz de conocerme y que ya nos veríamos por ahí. No supe en ese momento a que se refería con nos vemos por ahí. Vamos a ver que él tenía ya todo bien calculado. Que ingenua. O que astuta, todavía no lo sé. Me beso la mejilla y se fue. Tan rápido como llego a mi vida. Yo entre a mi casa y corrí a mi habitación antes de que mis papas se dieran cuenta que había llegado casi a las 4, y me dormí pensando en sus ojos verdes, en lila y en como creía haber descubierto un tesoro dorado. Si, era un tesoro pero uno que me desgarro el corazón. 

AgostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora