Una semana después de la dichosa fiesta, estaba saliendo de clases, iba hacia mi casillero para buscar el uniforme de porristas y cambiarme. Tenía practica hoy y como está prohibido andar por ahí con el uniforme a menos que tengamos torneo ese día o partidos, debía ir a cambiarme al final de las clases. June no había aparecido más, excepto en mis sueños y en mi mente. Todo parecía invento de mi cabeza, incluso mis amigos todavía no me creían y se burlaban de mí por haberme inventado todo. Pero yo sabía que era real, o eso intentaba creer para no sentirme una loca.
Todo cambio ese día al final del pasillo del baño de las niñas, ahí estabas. Ibas caminando con tu celular, y llevabas una camisa verde. Me paralice dos segundos y aguante la respiración, me sentí la persona más afortunada porque te había vuelto a encontrar, sentí que el destino nos estaba juntando, que era algo destinado a ser. Y si, era algo destinado, destinado al fracaso. Camine dos pasos y cuando estaba por llamarte, Lila apareció y se me adelanto. Claro, venia ver a su hermana, es lógico. Tal vez hasta vino a buscarla. Aunque la practica recién comenzaba. Que tonta fui, que tonta quede. Lila te abrazo y te dio un beso rápido en los labios. Supongo que los hermanos no se comportan para nada así. Claro, era tu novia. ¿Cómo es que nunca considere que tuvieras novia? Aquí es donde comienza mi jugada maestra de errores. Tire el dado y avance las casillas pero al lado equivocado. Lila me vio cuando dejo de abrazarte y dijo mi nombre en voz alta, que gran suerte tengo, (es sarcasmo, por supuesto). Me saludo y me dijo que me acercara, "Agus, no te había visto ahí", pero yo sí. Te vi pegándote como una larva a June. No, esperen, ella no es el enemigo, claro que no. June me miro, plenamente, sin vergüenza, ni incomodidad. Siempre me he preguntado que sentías en ese momento. Quizás nada porque yo fui la loca que se imaginó veinte mil futuros contigo después de la noche de la fiesta. O quizás todo porque luego de que Lila nos presentara y los dos fingiéramos que no nos conocíamos, luego que lila se fuera a cambiar para la práctica, me tomaste de la mano y me dijiste que me quedara.
Estaba molesta, no sabía con quién pero estaba molesta. Por no darme cuenta antes, por no ver las cosas frente a mí y por escaparme detrás de las gradas del campo a hablar contigo. Sabía que las cosas terminarían mal cuando lo primero que dijiste fue que me veía linda en mi uniforme de porrista y yo me sonroje. Perdón, es involuntario. Todavía no desarrolle un arma anti sonrojo. Que romántico que la segunda vez que habláramos fuera para que tú me explicaras que sí, que eras novio de Lila y que te sentías fatal por no habérmelo dicho. Quise jugar la carta de 'no me tienes que explicar nada, porque tú y yo no somos nada' pero claramente me salió muy mal. Suspiraste y te acercaste a mí, no tanto como para poder besarme pero si como para sentir tu calor expandirse frente a mí. Me dijiste que lo lamentabas y que estaba bien si yo no quería hablarte de nuevo. ¿Ven eso? ¿Justo ahí? Esa era mi carta de salida, la opción que debería haber tomado. Pero como es de imaginar no lo hice, porque si no, no estuviéramos aquí. Contando la historia de mi corazón roto.
Pensé que si no habíamos hecho nada malo, podíamos seguir hablando, podíamos ser amigos, al final de cuentas nadie había dicho nada sobre pasar ese límite. Nadie había coqueteado. La friendzone nunca había estado tan clara (sarcasmo, de nuevo).
Nuestra charla se acabó cuando el entrenador nos empezó a llamar y me tuve que ir. Pero que poco sabía yo al pensar que ahí se había acabado. Una hora después, el seguía allí, esperando por lila. Quise saber un poco más sobre los dos y le pregunte, descubrí que llevaban casi un año pero que casi nadie aquí lo conocía porque estudiaba al otro lado de la ciudad, cosa que ya sabía, y se veían casi siempre los fines de semana. También descubrí que habían estado teniendo una que otra discusión pero que lo estaban resolviendo bastante bien. Que alegría por ellos, ¿no?
Mi papa me había dejado el auto porque él no podía venirme a buscar, así que conduje las calles con la radio bajita y las ventanas abajo mientras pensaba en la mala suerte que estaba teniendo. Porque solo a mí me pasaría conocer al chico más increíble y que termine siendo novio de tu amiga. Llegue a mi casa, y decidí tomar una siesta, tenía la cabeza revuelta y pesada. Pensar me dejaba agotada, y pensar en esos ojos verdes muchísimo más.