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Por cuarta vez esta semana, salgo del
hielo después del entrenamiento con
ganas de atravesar una pared de un
puñetazo. La total falta de técnica y de
sentido común que estoy viendo en
algunos de mis putos compañeros
defensores es terrible. No me importa
mostrarme algo más flexible con los
estudiantes de primero, pero no hay
excusa posible que justifique la forma en la que los de tercero han jugado esta
semana. Lee se ha quedado
literalmente inmóvil en la zona
defensiva buscando a alguien a quien
pasarle el disco; y Soo solo ha lanzado tiros super flojos a delanteros que ya estaban cubiertos por defensores, en vez de pasármelos a mí o de adelantarse con el disco hasta que los delanteros tuvieran tiempo de deshacerse de la defensa.

Las maniobras que hemos llevado a
cabo han sido un desastre. Los
estudiantes de primero han patinado a
cámara lenta. Los de tercero y cuarto
han cometido errores estúpidos. Está
empezando a ser una realidad
dolorosamente obvia que nuestra alineación es débil. Tan débil, que las
posibilidades de llegar a la postemporada se van haciendo más y
más pequeñas, y ni siquiera hemos
jugado el primer partido todavía.

Cuando me quito el equipamiento en
el vestuario, me doy cuenta de que no
soy el único que siente frustración. Hay
demasiados rostros de mal humor a mi
alrededor; incluso Tae está
sorprendentemente silencioso. Como
capitán del equipo, siempre trata de
ofrecer aliento después de cada
entrenamiento, pero está claro que el
pésimo estado de nuestro equipo
empieza a desanimarle.

El único que sonríe es el nuevo chaval, Hunter, quien ha recibido tantos
elogios del entrenador por su actuación
de hoy, que va a estar cagando piruletas
y arcoíris durante las próximas semanas.

No tengo ni idea de cómo Yoongi pudo
convencer al tío para unirse al equipo,
la verdad; todo lo que sé es que mi
amigo arrastró a Hunter al bar una noche después de las pruebas y, a la mañana siguiente, el chaval estaba a bordo del barco. Debió de ser una noche épica.

-Jin. -El entrenador aparece delante de mí-. Ven a hablar conmigo después de la ducha.

Mierda. Yo rebusco rápidamente en
mi cerebro a ver si encuentro alguna
cosa que haya podido haber hecho mal
en el hielo; no lo digo por fardar, pero he jugado bien. Yoongi y yo hemos sido
los únicos que al menos lo hemos
INTENTADO ahí fuera.

Cuando entro en el despacho del
entrenador treinta minutos más tarde, él está en su escritorio, con una expresión sombría que incrementa mi nerviosismo.

Joder. ¿Ha sido por el disco que he
perdido nada más empezar el
entrenamiento? No. No puede ser. Ni
siquiera el mismísimo Gretzky podría
haber aguantado el disco con los
noventa kilos de Mike Hollis empujándole contra la valla.

-¿Qué ocurre? -Me siento, intentando que no se me note lo inquieto que estoy.

-Vayamos directos al grano. Ya
sabes que no me gusta perder el tiempo
en preámbulos. -El entrenador Jensen
se echa hacia atrás en su silla-. He
hablado con un amigo de la organización de los Bruins esta mañana.

Todos los músculos de mi cuerpo se
congelan.

-Oh. ¿Con quién?

-El vicepresidente.

Mis ojos casi se salen de sus órbitas.
Sabía que el entrenador tenía contactos
-por supuesto que los tiene, joder,
estuvo en Pittsburg siete temporadas-,
pero cuando dijo «amigo», supuse que
se refería a un currante de la oficina
central. ¡No al vicepresidente!

-Mira, no es ningún secreto que has
estado en el radar de todos los
ojeadores desde el instituto. Y ya sabes
que me han estado consultando sobre ti
en otras ocasiones. Bueno, al grano: si te
interesa, quieren que vayas a entrenar
con los Providence Bruins.

Objetivo: Tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora