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—¿Apareció de repente en medio de la
sesión de estudio? —Yungyeom parece
estar pasándoselo pipa cuando coge su
café.

Esta es la primera vez que la veo
desde nuestro incómodo encuentro a
principios de mes, y estoy sorprendido
por lo bien que está yendo. No ha
habido ningún parón en la conversación, ni resentimiento por mi parte, y parece realmente interesado por lo que estápasando en mi vida.

—Sí —contesto—. Dijo que me traía
un café, pero los dos sabíamos que era
una excusa absurda.

Yungyeom sonríe.

—Así que Kim Seokjin es celoso.
¿Honestamente? No me sorprende. Los
jugadores de hockey están
acostumbrados a la agresión. Son
grandes machos alfa, que se ponen en
plan cavernícolas cuando otro tío intenta robarles el disco.

—¿Y aquí yo soy el disco?

—Más o menos, sí.

Resoplo.

—Bueno, que le zurzan. En todo caso,
SOY YO el que debería estar celoso.
¿Sabes cuántas tías le entran? Pasa todo el tiempo, incluso cuando estoy con él.
Pero el otro día tuvimos un encontronazo increíblemente satisfactorio. —Hago una pausa dramática—. Nos topamos con Piper en el cine.

Yungyeom ahoga un grito.

—Oooh. Qué fuerte. ¿Qué dijo?

La satisfacción sale de mí.

—Al principio fue muy dulce, pero
eso es probablemente porque no se dio
cuenta de que yo estaba allí. Se puso a
flirtear con él, pero era evidente que no
era recíproco, así que cambio de táctica
y empezó a hablar de hockey. De repente se dio cuenta de que yo estaba CON él, y no solo de pie junto a él, y fue como si acabara de entrar en el sótano de un asesino en serie. Horror puro.

Yungyeom se ríe.

—Jin me presentó como su novio y
te juro que parecía estar a punto de
matarme. —Me pongo alegremente
vengativo cuando cuento esta historia—.Después resopló fuerte y se fue a
reunirse con sus amigas.

—¿Con quiénes estaba?

—Con unas chicas a las que no
reconocí. —Me detengo—. Y Maya.
Quien, por cierto, ni siquiera me saludó.

Eso no parece sorprender a Yungyeom.

—Maya piensa que la odias —admite
—. Ya sabes, por lo que pasó con el
asunto ese de Twitter.

—Yo no la odio. —Me encojo de
hombros y le doy un bocado a mi muffinde chocolate y plátano—. Pero tampoco me apetece estar con ella. No tenemos nada en común.

No se me escapa la forma en la que
Yungyeom se estremece, como si la
acusación estuviese dirigida a ÉL. Pero esa no era mi intención. Nosotros
dos nos lo hemos pasado genial muchas
veces. En una ocasión, cuando íbamos al
instituto, nos quedamos toda la noche de charleta. Ni me acuerdo de lo que
hablamos, solo que de repente
amaneció.

La melancolía se enrosca en mis
entrañas. Echo de menos eso. Aparte de
Woozy, no he hecho ningún amigo más
este semestre y, aunque Woozy y yo nos llevamos muy bien, no tenemos la
cercanía que solíamos tener Yungyeom y yo.

Como si leyera mi mente, su voz se
suaviza.

—Te echo de menos, Kookie. Te echo
mucho de menos.

Mi corazón se contrae.

—Yo también te echo de menos,
pero…

Pero, ¿qué? ¿No confío en ti? ¿No te
he perdonado? No estoy seguro de
cómo me siento ante nuestra amistad, y
no estoy preparado para analizarlo con
atención todavía.

Objetivo: Tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora