Capitulo 4

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Hasta aquí me acompañas, nos vemos en unas horas. -Kamilah le dice con seriedad al guardia que eligió su hermana-

Princesa, no puedo dejarla sola... Estamos en un lugar peligroso.

-Kamilah lo mira con aburrimiento- Voy a estar bien, no es la primera vez que estoy sola por estos lados.

Pero su hermana...

No le hará daño si no se entera -La mujer se encoge de hombros y sonríe-

Pero...

Tranquilo buen hombre, le pagaré bien por su silencio. -Le dice sarcástica-

-Los ojos del guardia se iluminan ante eso- ¿Cuánto dinero voy a recibir?

Vas a recibir la bendición de mantenerte con vida -Kamilah se burla mientras cruza los brazos-

Pero...

Pero nada. Quieres mantener tú cabeza, ¿No? -Le pregunta con aburrimiento. El hombre asiente rápidamente- Entonces más te vale que hagas lo que estoy diciendo.

-El hombre asiente nervioso- Está bien princesa, la esperaré aquí.

-La mujer sonríe feliz y lo mira- Ya sabe, ni una sola palabra de esto.

Sí princesa. Cómo usted diga. -El hombre dice con una falsa sonrisa-

...

-Kamilah camina por los bordes del río con una amplia sonrisa. Ese lugar la hace feliz, después de todo ahí no tiene que soportar las reglas aburridas ni a sus pretendientes-

¿Quién es usted? -Una fría voz se escucha a espaldas de la princesa-

-Kamilah asustada se da la vuelta para ver quién le habla. Al hacer eso, termina chocando con el dueño de la voz. La chica cae al suelo y el jarrón que llevaba la otra persona también-

¡Lo siento mucho! -Dice kamilah avergonzada mientras observa los pedazos rotos y siente que sus rodillas y palmas de las manos le arden-

¿Por qué no se fija? -El hombre le reclama molesto mientras se agacha a recoger los pedazos-

No es mi culpa, usted llegó de la nada y me asusto. Ahí tiene el resultado. -Dice seria mientras levanta la mira encontrándose con un hombre hebreo-

Ahora tendré que pagar el jarrón de mi hermana, muchas gracias. -Dice irónico y hace lo mismo que Kamilah- Lo que faltaba, la torpe es una egipcia. -Dice el hombre con fastidio-

¿Disculpe? -Lo mira confundida y se intenta levantar pero suelta un quejido y se sienta. El dolor en sus rodillas se lo impide-

¿Qué le pasa? -Dice el hombre extrañado y se da cuenta de los raspones que la mujer tiene en las manos y rodillas-

Moisés y los diez mandamientos ---- AarónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora