(𝑁𝑜𝑡𝑎𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑎𝑢𝑡𝑜𝑟 𝑎𝑙 𝑓𝑖𝑛𝑎𝑙 𝑑𝑒𝑙 𝑡𝑒𝑥𝑡𝑜*)
Estaba muy emocionado, Ana iría a visitar a algunos familiares en las costas de Veracruz y los había invitado a el y a francisco a quedarse de vacaciones algunos días.El y Francisco habían salido disparados de inmediato a las orillas del mar desde que los primeros rayos de sol rompieron al alba, corriendo entre la gruesa capa de maleza que separaba el pueblito de la playa. Podía sentir la arena quemando en las plantas de sus pies descalzos mientras intentaba alcanzar a francisco, y su respiración agitada se mezclaba con la brisa del mar, bajo el cielo azul y el calor de un día de verano.
Era agradable, sentir los rayos del sol tocando su piel, y el viento soplando a través de su blusa de lino le hacía cosquillas en los brazos. Todo era nuevo, emocionante. Hasta los pequeños granos de arena le parecían fascinantes. Francisco le había dicho que a veces usaban aquel polvo insignificante para construir los más bellos castillos, porque había visto construcciones cuando iba de viaje a la capital con su padre.
A Ricardo le gustaba imaginar las cosas que Francisco le contaba, como aquellos imponentes castillos y edificios más altos que montañas. Solía pasar horas y horas imaginándolos a los tres viviendo fantásticas aventuras sobre cualquier cosa que él le contara, corriendo entre los interminables pasillos tapizados de retratos y pinturas mientras jugaban a las atrapadas. O sentados en los jardines desayunando panes con mermelada de higos o frambuesas, entre arboles de durazno y buganvilias.
Le gustaba estar con francisco, incluso si tan solo estaban sentados en silencio admirando la presencia del otro frente a las pequeñas olas que se mecían en el horizonte. En calma, respirando profundo el leve aroma que desprendía su piel y se revolvía con la sal del mar.
Ana los había dejado jugando luchitas y opto por meterse a nadar un rato, llenando un balde de agua para posteriormente aventarlo en sus castillos de arena y comenzando una nueva ola de guerrillas entre los tres para ver quien conseguía empapar más a los otros dos.
Era de sus memorias favoritas, cuando su vida era más sencilla. Aquel verano fue el último en el que tuvo a su madre, pues falleció un año después debido a todos los disgustos que le daba su padre, apostando todo su dinero en las cantinas y tomando hasta no poder caminar. Aunque nunca estuvo tan borracho como para olvidar coquetearle a cualquier dama hermosa que pasara por ahí. Pronto la gente había comenzado a apodarle "Ruperto" y por ende, a él terminaron llamándolo "Rupertino".Los primeros años intento ignorar los desagradables comentarios que hacían sus vecinos, pero cada que alguien le gritaba aquel mote por la calle no podía evitar recordar a su madre. No fue hasta que un día, mientras él y Francisco pasaban frente a la cantina de camino a la casa de Ana, los hijos de los grandes señores a quienes su padre le debía cantidades ridículas de dinero comenzaron a gritarle que pagara su deuda, aventando vasos llenos de aguardiente en su dirección.
Desafortunadamente, Francisco era un idiota cuando se trataba de defender a sus amigos, y aquella vez no fue la excepción. Antes de que Ricardo pudiera hacer nada para intentar detenerlo, el pelinegro ya estaba azotando las puertas del local buscando con la mirada a aquellos cobardes.
No llegaron demasiado lejos, cuando agarro al primero por el cuello de la camisa y le asesto un puñetazo directamente en el rostro, dejándole un pequeño hilo de sangre correr por su nariz. Los otros dos intentaron golpearle con cualquier cosa que tuvieran a la mano, pero Francisco era más rápido. Sin perder un momento, tomo una de las sillas de madera que ahora estaban en el suelo y con un movimiento circular, logro quebrarla en la espalda baja de sus contrincantes.
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Flor de Azalea
Fanfiction𝘛𝘶 𝘴𝘰𝘯𝘳𝘪𝘴𝘢 𝘙𝘦𝘧𝘭𝘦𝘫𝘢 𝘦𝘭 𝘱𝘢𝘴𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘩𝘰𝘳𝘢𝘴 𝘯𝘦𝘨𝘳𝘢𝘴 𝘛𝘶 𝘮𝘪𝘳𝘢𝘥𝘢 𝘓𝘢 𝘮𝘢́𝘴 𝘢𝘮𝘢𝘳𝘨𝘢 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘏𝘰𝘺, 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘘𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘰𝘭𝘷𝘪𝘥𝘦𝘴 𝘵𝘶𝘴 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘥𝘢𝘴 𝘱�...