El auto de Eric avanzó a través del camino de tierra, debajo de las ramas tenebrosas de los árboles imponentes que rodeaban al pueblo. De vez en cuando mi amigo apartaba los ojos del sendero para cruzar una mirada de complicidad con Mel. Ambos estaban preocupados por ese arrebato mío de visitar las ruinas de la vieja cabaña de Celina, pero no me importaba. Me mantuve de brazos cruzados, observando a través de la ventanilla los helechos que se mecían al son de la brisa. Pronto comenzaría a llover.
Aunque el silencio que se producía dentro del coche era totalmente incómodo, yo me encontraba absorta en mis propios pensamientos. ¿Cuánto de real tendría la historia que mi abuelo nos había contado esa tarde? ¿De verdad a mi abuela no le había disparado un vil ladrón que intentó robarle la cartera en un callejón, sino que había sido Celina quien la había asesinado? Tenía la mente embotada por aquellas conjeturas, como trozos de hilo que se enredaban y yo me empeñaba en querer separar.
Lo bueno de todo aquello, era que mantenía a mi razón y a mi corazón lejos de cualquier pensamiento o idea referente a Laura...
Me bajé del auto antes de que Eric terminara de estacionar. Mel se apresuró a bajar detrás de mí, mientras yo corría rumbo a las ruinas de la cabaña de Celina. Quedaba claro que tiempo atrás había sido un lugar precioso para vivir. Ubicada en medio de un claro, en otros días los rayos del sol se hubiesen filtrado a través del follaje de los árboles que rodeaban la cabaña, dándole a todo un resplandor jade. Si uno alzaba la cabeza en una noche estrellada, la vista simplemente lo fascinaría.
Alcé la cabeza para observar el cielo. Me cayó una gota helada en la punta de la nariz, mientras todo lo que podía contemplar era un nubarrón gris, casi negro. Deberíamos apresurarnos para poder ponernos a resguardo cuando la tormenta azotara al pueblo.
-Ten cuidado -me advirtió Eric, cuando me acerqué demasiado a lo que quedaba de las paredes de madera chamuscadas.
Lo que alguna vez había sido una cabaña, ahora era un gran montículo de palos, carbón y ceniza sobre una cuadrícula de piedra. Recordé lo que me había dicho Melania en la cafetería. La versión oficial era que Celina había muerto en un incendio accidental. Pero según lo que me había contado mi abuelo, habían sido una veintena de habitantes del pueblo quienes le habían prendido fuego a su hogar.
-Pobre mujer -susurré-. Murió por haberse obsesionado con alguien a quien no podría tener...
Una imagen fugaz de Laura pasó frente a mis ojos.
-¿Qué dijiste, Vi? -me preguntó Mel.
-No, nada... -giré el rostro para enfrentarme al de ella. Mi amiga lucía preocupada-. No dije nada... -volví a observar la cabaña y comencé a sentir que diminutas gotas de lluvia caían sobre mi cabeza.
-Va a ser mejor que nos marchemos -exclamó Eric.
-Vamos Vi, salgamos de aquí -Mel me tomó del brazo, pero no me moví ni un centímetro. Acababa de ver algo que había llamado poderosamente mi atención.
-¿Qué es eso?
Melania asomó su cabeza por encima de mis hombros, para observar el mismo lugar que yo contemplaba embobada. A un metro de las ruinas de la cabaña había una única flor de color púrpura. Cinco pétalos acorazonados alrededor de cuatro estambres amarillos con forma de aguja. Las hojas y el tallo verdes relucían como pequeñas esmeraldas.
-Parece una violeta. O al menos una variedad de ella -Melania comenzó a acercarse para inspeccionar mejor, era una aficionada de las flores.
-Chicas, por favor -insistió Eric, de pie junto al auto.
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La Bruja del Bosque
Fantasy"—Fue un tremendo error, si me piden mi opinión. Porque las semillas siguen ahí, esperando el momento adecuado para crecer y propagar su maldición. Si preguntan a cualquier otra persona, les dirán que excavaron cientos de veces para extraer esas sem...