1. Las semillas del mal

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Observé el monitor de mi computadora sin pestañear durante cinco minutos seguidos, hasta que comenzaron a arderme los ojos. Descansé los párpados durante unos segundos mientras hacía sonar mi cuello, tan contracturado que parecía hecho de piedra. El zumbido de la ventana abierta del chat me alertó y abrí los ojos inmediatamente para leer la respuesta.

"Lo siento muchísimo, Violeta, pero no podemos seguir con esto. Yo... yo simplemente no siento lo mismo que tú. Perdóname, de verdad..."

No continué leyendo. Aquellas palabras se clavaron en mi pecho como agujas de hielo. Reprimí un gritó de furia y golpeé el teclado con tanta fuerza que lo tiré al suelo. No me molesté en recogerlo, simplemente me levanté para tirarme sobre mi cama desecha, enredándome entre las sábanas. Extendí un brazo hasta la mesita de noche y cogí mi iPod. Me coloqué los auriculares y puse play. Subí el volumen al máximo, al punto de que me dolieron los oídos, y me entregué a la música.

La cantante, cuya voz era tan etérea como el canto de un ángel, hablaba acerca de un amor no correspondido, o al menos eso era lo que yo podía interpretar. Hastaque esté muerta, no sabrás que estaba ahí, esperando por ti. Las guitarras eléctricas y la batería retumbaban en mi cerebro hasta hacerme doler la cabeza.

Recordé el mensaje que había leído minutos atrás. ¿Cómo era capaz de decirme eso? Después de todo lo que habíamos atravesado, las humillaciones, el dolor... ¿cómo podía decirme que ya no me amaba? Laura era una hipócrita. Tenía miedo. Siempre había tenido miedo de lo que los demás pudiesen pensar acerca de nuestra relación. Aún así, nunca me hubiese imaginado que era de esta manera como iban a acabar las cosas.

En mi mente apareció la imagen de Laura con un niño en brazos y yo a su lado. Teníamos un bonito apartamento en la gran ciudad, la vida que siempre habíamos querido. Pero aquella pintura se esfumó velozmente de mi cabeza. Eso ya no sucedería. Laura había elegido un camino diferente y ahora ambas nos quedaríamos atrapadas en el pueblo de mala muerte al que habíamos sido encadenadas.

Alguien me tomó del brazo y me sacudió, despertándome de mi trance voluntario. Me quité los auriculares y observé cómo mi madre me miraba con reprobación detrás de su flequillo castaño, igual que el mío. Detestaba profundamente que oyera música a semejante volumen, porque sabía lo perjudicial que era para mi salud. Siempre me daba sermones, pero pocas veces le prestaba atención.

—Violeta, ¿cuántas veces te he dicho ya que escuchar música a ese volumen...?

—Ya, mamá —la corté, casi gruñendo—. Voy a quedarme sorda, ¿y qué? —inquirí con brusquedad.

No me regañó por mi contestación. Siempre era demasiado buena conmigo en ese sentido. A veces podía decirle las peores cosas, pero ella nunca replicaba nada. Yo sabía que debía tratarla con más amabilidad, pero la furia a veces me era incontrolable. Además, siempre me había llevado mejor con mi padre, que en paz descanse...

—Mira, Violeta, estoy comenzando a cansarme de esa actitud tuya... —hizo una pausa y observó su reloj de muñeca—. Se me hace tarde —dijo, más para sí misma que otra cosa—. Sólo quería avisarte que ya me voy al trabajo. El abuelo está en la sala con tus hermanos. Si vas a salir, le avisas y regresas antes que anochezca, ¿entendido?

Asentí por toda respuesta y, no muy convencida, mi madre finalmente se marchó. Me quedé allí en mi cama, boca arriba, observando el techo. Un trueno provocó que el vidrio de la ventana vibrara y observé a través del cristal la oscura tormenta que se avecinaba. Las nubes negras avanzaban con rapidez desde el sur y pronto cubrirían por completo el pueblo.

Consideré la idea de quedarme en mi cuarto, resguardada de la torrencial lluvia que estaba a punto de caer; pero decidí que lo mejor sería ver a alguno de mis amigos. Necesitaba algún tipo de apoyo y quedarme sola no era lo ideal. Podría decirse que no era del tipo de personas que manejaban bien el dolor y el rechazo. Las cicatrices en mi muñeca me lo recordaban constantemente.

La Bruja del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora