Capítulo III: Odio Que No Te Odio

20 4 5
                                    

•Capítulo III•

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

•Capítulo III•

No debería importarme que tenga para decirme, pero debo admitir que me da algo de curiosidad. Sin saberlo, en un punto, los nervios me están comenzando a agobiar.

¿Qué tendrá para decirme?

—Escucha Lucía, yo...— se pasa una mano por el cabello, desordenándolo en el proceso—. Sé que te he hecho mucho daño, que no me quieres perdonar y lo merezco, pero...— a pesar de que la música se mantiene al tope, se ha formado un silencio absoluto entre nosotros—. Quiero que sepas que yo nunca te mentí en mis sentimientos, siempre fueron sinceros. No te mentí cuando te decía lo mucho que te quería, era tan afortunado de tenerte y por idiota no supe valorar eso. Sé que un simple perdón no remediara todo lo que te hice.

Yo no puedo creer que las palabras que siempre quise escuchar que él dijera, las esté diciendo en este momento. 

Por desgracia llega muy tarde, sí, en su momento si deseaba con todas mis ganas que fuera mentira lo que me hizo y que afirmara que siempre me quiso, pero con el tiempo esa esperanza se fue extinguiendo hasta volverse polvo, en este momento no le creo una palabra, ni tampoco me interesa que se haya sentido miserable después de lo que me hizo porque se lo merecía.

—¿Crees que es así de sencillo? —le espeto con dureza—, no fue fácil para mí, soportar todo lo que viví por tu culpa, ¿Sabes durante cuanto tiempo viví con miedo? ¿El cómo dudaba hasta salir de mi casa? — El recordar toda esa situación que pasé por los errores de él, me transporta a esos momentos de dolor—. No, tú no tienes ni idea cuánto sufrí y durante cuánto tiempo debí ir a terapia para volver a confiar hasta en mí misma. Porque llegué a odiarme, odiaba mi cuerpo y mi propia mente me traicionaba y me hacía recordar todo nuevamente.

En su rostro se ve el arrepentimiento y tal vez dolor, no logro distinguirlo bien pero ya nada que él tenga para decirme me importa, llega muy tarde.

—Isis... yo...— tartamudea—. Sé que no puedo remediar nada de lo que viviste y sí, por mi culpa, pero quiero que sepas que durante todo este tiempo no he dejado de culparme por ello, no he vivido en paz, yo... solo quería saber si estás bien, porque si me importa. Y me alegro haberte encontrado de nuevo y ver por mí mismo que te has recuperado, eso me hace feliz pero no menos culpable. No me perdones si es lo que deseas, lo acepto.

No lo tolero más, no quiero seguir escuchándolo.

—Adiós Dante, me alegro de que te vaya bien pero no quiero verte más.

Doy media vuelta, pero alcanzó a ver por el rabillo del ojo como tiene una expresión de tristeza clavada en el rostro.

(...)

Un sonido estridente y molesto hizo que despertara de mi sueño erótico con Henry Cavill.

Arch, ¿Por qué debía despertar justo cuando Henry hacía maravillas con su lengua?

EpifaníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora