Capítulo I: El Encuentro

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Capitulo I

Oh Dios mío, estaba en problemas. ¿Ahora que voy a hacer? De ninguna manera era mi intención hacer eso. Ojalá esto fuera una pesadilla.

Es que solo a mí se me ocurre mentirle a un guardia de seguridad, era obvio que me descubriría, además nunca he sido la mejor para mentir.

Ayudaaa

Digamos que yo, Isis del Carmen Hernández, tuve la genial idea de venir a una fiesta en una discoteca, donde se supone estaban mis amigos. Al llegar lo primero que me encuentro es una fila kilométrica esperando para entrar a la discoteca. Le envié un texto a mis amigos preguntando si ya estaban dentro y respondieron que sí, lo cual no ayuda en nada a mi humor.

Es que soy la persona más impaciente del mundo, es decir, ¿A quién le gusta esperar? A nadie, eso es seguro.

Suspiro y se me ocurre que podría acercarme a la entrada donde un guardia de seguridad está revisando cada una de las identificaciones; quizás si digo que conozco al dueño del lugar me dejaría entrar, lo cual es mentira por supuesto.

Digo conocí al dueño de Passione en la secundaria y si, fuimos buenos amigos y claro, no está de más decir que yo todavía lo sigo odiando por todo lo que me causo, pero eso el guardia no lo sabía.

Me acerco y se oyen un montón de quejas de las demás personas en la fila, decido ignorarlas hasta llegar al guardia de seguridad.

—Señorita, si no tiene pase VIP no puede estar aquí, espere al final de la fila— Exclama el guardia apenas ve que me acerco.

—Pero claro que tengo un pase VIP, espere que lo busque— Comienzo a hacer el ademán de buscar algo que ya sabemos no está en mi cartera—. Ay Dios mío se me olvidó en la casa.

El guardia me ve como diciendo: no eres la única que ha intentado ese truco.

—Si no quiere que la echemos, por favor regrese a la fila— dice amablemente.

—No, pero si yo conozco al dueño de este local, es un insulto que me traten así— me hago la indignada, incluso coloco una mano en mi pecho para simular más drama. El guardia gira los ojos y pierde la paciencia—. Si quiere llámelo para confirmar, estoy segura de que sabrá quien soy y le indignará la manera en la que estoy siendo tratada.

—Señorita, no lo pienso llamar. Por favor regrese a la fila, es la última advertencia.

—Solo llámelo, por favor— sigo suplicándole, pero hace caso omiso, estoy a punto de rendirme cuando una voz se alza por sobre la mía.

—¿Qué está pasando aquí Collins?— exclama esa voz tan fuerte que solo he oído por la televisión.

—Disculpe señor, estoy por resolver el problema— esta vez el guardia con cara de enfado, que ahora sé que se llama Collins, se dirige a mí al pronunciar—: Señorita, por favor retírese y no cause más problemas.

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