💜Ámame sin magia💜

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—Eres tan hermosa como el sonido de la mañana y las aves en pleno vuelo —dijo Logan cuando Kira abrió la puerta de su departamento para dejarlo pasar

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—Eres tan hermosa como el sonido de la mañana y las aves en pleno vuelo —dijo Logan cuando Kira abrió la puerta de su departamento para dejarlo pasar.

—Ya te dije que dejaras las cursilerías, ¿y por qué estás aquí tan temprano? —le reprochó.

Había sido lindo escuchar ese saludo las primeras cinco veces, pero una sexta la estaba volviendo loca.

—Mi cielo sigue siendo tan dulce como siempre —respondió él, ignorando sus advertencias, le dio un beso corto en los labios.

—Por favor, ya para —suspiró exhausta alejándolo.

Así era cada mañana en el vida de
Kira. Luego de usar aquel conjuro de amor, de un set de amarres que una bruja le vendió, durante su regreso de la universidad en autobús. Por supuesto, Kira la culpaba de todo, aunque sabía que había sido en parte culpa suya por comprarlo y usarlo en un arrebató de desesperación por atar al séptimo amor de su vida, Logan.
Él había sido su último amor platónico, el séptimo para ser exactos. Ella había sido rechazada por seis chicos desde su infancia, incluso antes de poder declararse ante ellos. Esta vez no quiso perder a Logan, no aceptaba que tuviera que vivir sola toda su vida, si él también la rechazaba.
Kira sentía que no habría un octavo amor, por el cuál interesarse. Pues tantos intentos fallidos de declararse, hubieran desanimado hasta a la más audaz de las chicas.
Así es como Kira llegó a recitar aquel extraño hechizo que cambió su destino y la unió excéntricamente al de Logan.

«Gaseosa de cereza y miel.

Hagan que Logan me ame.

Besos, rimas y poemas.

Hagan que el tiempo se pare.

Rosas, chocolates y fresas.

Hagan de este un amor inseparable».

💜💜💜

—¡Aaaaah! —gritó Kira volviendo a la realidad junto a su meloso novio Logan.

Estaba tan exhausta por haber despertado temprano, que regresó a su habitación para cambiar su pijama y luego fue directo a la cocina para prepararse el desayuno. Había sido un grave error, dejarlo solo en sala durante ese tiempo.

—Mira querida, escribí una oda a tu belleza —señaló Logan las paredes de la sala llenas de letras.

—¿Qué haz hecho idiota? ¿Acaso eres un niño? ¿Cómo se lo explicaré a la casera?

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