Bueno era comprar una cría de elefante para que crezca fuertote y grandote y se termine comiendo a Aitana o comprar esta manta mal rotulada. Adivina para que alcanza el sueldo de un docente.
Así que aquí estoy, con esta manta que parece que la escribió un pollo disléxico con tinta en la pata. Se supone que dice "Michincella, voy a hacer que me veas. Eres arte. Atte. Michister Citizen." En realidad, parece un graffiti desastroso, ya que tuve que explicarles más de trescientas veces a los diseñadores lo que significaba Michister o Michincella.
Bueno, ella y yo sabemos perfectamente qué significa Michincella Es esa extraña combinación de dos palabras que nos encantaban: "michi" y "doncella". Así es como solía llamarla cariñosamente. Y, claro, el equivalente masculino sería Michincel, por si te lo preguntabas. Solo que hace mucho tiempo que yo perdí el privilegio de que ella me llame así.
Por otro lado, Michister Citizen es algo que creé por mi cuenta. Resulta que soy aficionado al Manchester City, y sí, todavía adoro a los gatos. Así que pensé, ¿por qué no combinar esas dos pasiones en una extraña mezcla de letras que lo represente? ¡Y así nació Michister Citizen! Sí, soy un ciudadano del fútbol y los felinos, una combinación única, como yo.
Llego al colegio con la manta enrollada debajo del brazo. No quiero que nadie la vea antes de tiempo, sería un drama innecesario, seguramente me despedirían si alguien la viera y también quedaría en ridículo ante aquellos muchachos que podrían dominar el mundo si no estuvieran pegados como zombis al tik tok, ¿cómo se llamaban? No lo recuerdo, pero yo les digo mis estudiantes.
Pero, ya sabes, la manta es como una lucha constante contra el viento. Se enreda en mis piernas, y parece que estoy haciendo una coreografía de tango con ella mientras intento mantenerla bajo control. ¡Ah genial! Una manta va a enseñarme a bailar sin querer.
Finalmente, logro llegar al sexto piso del colegio, cerca de la azotea. Allí, los estudiantes tienen prohibido ir, pero es precisamente donde planeo colgar esta obra maestra de la escritura moderna. Tal vez la vista desde la azotea inspire a Aitana a perdonarme, o al menos a hablar conmigo.
Va a castrarte, wey. En serio va a matarte.
¡Genial, ya lo conocieron! Yo le digo "michi consciencia". Es como esa voz interna que vive en lo más profundo de mí, aparece sin previo aviso y sin preocuparse por las reglas ortográficas o cualquier cosa por el estilo. Suele molestarme con comentarios sarcásticos, pero casi siempre acertados. Es como tener mi propio crítico personal, pero en lugar de un traje formal, lleva un collar con cascabel.
Sí, pero yo soy más guapetón.
-Silencio o te mato escuchando reggaetón.
Desenrollo la manta y miro a mi alrededor para asegurarme de que no haya testigos no deseados. La ventaja de estar en el sexto piso es que rara vez alguien sube tan alto. Pero, incluso en este lugar aislado, la manta tiene sus propios planes. El viento la zarandea como si estuviera decidida a convertirse en la primera manta en la historia en volar. ¡Ah, genial! Aquí estoy, convirtiéndome en el próximo ganador de "Bailando con las Mantas" sin querer.
Después de un montón de vueltas y giros con la manta, finalmente logro colgarla en su lugar. Lo que no sabía es que el viento planea hacer de mi manta su nueva novia, y comienza a zarandearla como si estuviera en un concierto de heavy metal.
Me retiro unos pasos, totalmente exhausto por mi inesperada clase de baile con la manta, y miro mi obra maestra ondeando al viento. Pero, al menos, está en su sitio. Mi corazón late a un ritmo que ni la manta ni el viento pueden controlar. Ahora solo queda esperar a que Aitana lo vea y, con suerte, no me haga una escena más grande que mi lucha con esta manta. ¡Que comiencen los juegos del amor!
Ah, el momento en que te preparas para dar clases y de repente te dicen que se cancelan para que los estudiantes ensayen para el día de las demostraciones artísticas. ¿Puede alguien decirme dónde quedó la lógica en este lugar? ¿Quizás la dejaron en la azotea junto a mi manta del amor?
Bueno, en medio de esta locura académica, no puedo evitar recapacitar sobre Aitana. Volver a verla ha sido como si alguien presionara el botón de reinicio en mi corazón. Todos esos sentimientos amorosos que había guardado en el cajón de las decepciones han vuelto a salir a la luz.
¿Cómo puedo concentrarme en dar clases cuando mi mente está ocupada en recordar los momentos que pasamos juntos? Sus risas tan adorables, sus comentarios y chistes sarcásticos, incluso la forma en la que arruga la nariz cuándo está enojada, ahora me parece tierno y adorable, casi como un conejito esponjosito.
De todas las veces que he intentado olvidarla, parece que el universo decidió jugar una broma cósmica y arrojarla de nuevo a mi camino. Y, sinceramente, no sé si eso es un regalo o una maldición. Mi michi consciencia debe estar disfrutando de este desastre romántico en ciernes, seguramente estará partiéndose de risa en algún rincón de mi mente.
No, no me rió de tus desgracias, bueno sí lo hago, pero en bajito, porque... en el fondo yo la quiero también.
Sacudo la cabeza en un intento desesperado por olvidarme de todo por un momento. Algo me dice que a estas horas Aitana ya vio la manta y, por el bien de mi seguridad emocional, espero que esté dispuesta a perdonarme. Sin embargo, recién advierto que en mi salón no se encuentran Damián y su grupito de amigos. Curiosamente, sus pertenencias también han desaparecido. Posiblemente ha vuelto a escapar del colegio, y como maestro, eso me tiene alegre, aunque no debería.
Damián, un verdadero dolor de cabeza. Lo resumiré con una palabra: problema. Todos los maestros lo usan como ejemplo de lo que no se debe hacer, y él se empeña en ganarse ese sobrenombre con entusiasmo. Constantemente se fuga de clases o viene con una actitud altanera, y estoy bastante seguro de que fuma algunas sustancias que no debería. Podría reconocer ese olor en cualquier lugar, pero lo malo es que no tenemos pruebas suficientes para expulsarlo... todavía.
-¡Profesor Alberto! ¡Pasó algo muy grave! -Carolina, una de mis estudiantes, ha aparecido en la puerta del aula con una expresión de terror-. Fue Damián, ¡esto es un caos! ¡Venga, por favor!
-¿Qué hizo ese muchacho? -respondo mientras ella me jala del brazo apresuradamente-. Ese muchacho, espero que...
Pero no logro terminar la última frase, lo que veo me deja petrificado.
Aitana tiene entre sus brazos a una señorita de unos 15 años de pelo castaño rojizo, si no me equivoco su nombre es Mariana. Está inconsciente con sangre en la cabeza al lado de las escaleras. Un joven de baja estatura intenta desesperadamente que ella reaccione, más arriba, mi estudiante, Damián, con un rostro desafiante. Me temo lo peor.
¡Idiota! ¡Descongélate! ¡Tenemos que llevarla al hospital!
Rápidamente y casi por instinto levanto a la señorita en mis brazos y me dispongo a salir del colegio. A pesar de que sugieren llevarla a la enfermería, mi mente me advierte que esto es más grave.
-¿Qué sucedió? -pregunto mientras corro hacia la puerta verificando que ella todavía respire.
-Fue mi culpa -me responde el jovencito entre sollozos-. Yo le dije que subiéramos a ver la manta.
En ese momento, todo mi mundo se viene abajo, pues lo entiendo todo. Es mi culpa.
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Michister Citizen Una Ridícula Forma de Conseguir el Perdón de una Michincella
Humor¡Eh, hola, tú! Aquí un Michister Citizen. ¿Y qué rayos es un Michister? ¡Ni idea! Soy una mezcla extraña entre un amante de los gatos y un fanático desquiciado del Manchester City. ¿La buena noticia? Estaba dejando atrás a mi ex, Aitana, y hasta des...