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Estaba sorprendido y no de buena manera, hubiese querido que ese tipo raro con cabello blanco no hubiese llegado a su instituto para armar el mayor espectáculo que sus ojos hayan visto en su vida.
Además de que supuestamente iría de ahora en adelante a un colegio de hechicería. Entendía que ver a esos seres asquerosos no era normal y que cuando les dijo a sus padres sobre ello estos lo llevaron al psicólogo y supo lo que mejor sería guardar esa información para él de ahora en adelante.
- Debo parecer un idiota.
- ¡Ya llegaste! Que bueno, ya le gané la apuesta a Shoko entonces. - El tipo de cabello blanco se acercó a mí por detrás, me guió hasta la entrada de un templo que tenía unas escaleras que aparentaban ser infinitas ¿Debo subir todo eso? - Ven, vamos. Tu compañero llegará pronto.
Tarde alrededor de media hora subir todo ese tramo ¿Es qué acaso la persona que construyó el lugar estaba loca? Tuvo que hacer varias pausas para tomar aire, en un momento hasta se sentó en uno de los escalones y con la voz fastidiosa de su acompañante solo lo quiso querer lanzarse caída abajo desde donde estaba.
- Geto debería llegar pronto, así que, puedes sentarte en uno de los banquillos. - Señaló una tabla de madera que daba la impresión de que se rompería con el mismo viento que soplaba.
Suspiro ¿Debería volver a casa antes de que el maniático no lo deje ir nunca? Quizás, pero le dolían las piernas como el demonio y eso que no tiene mal físico.
Espero durante un tiempo con ¿Gojo? Que no cerraba la boca ni por un segundo, no dejaba de quejarse de lo que hacían en la escuela que era uno de los más fuertes, que Geto esto, que entrenar lo otro ¿Que es lo que está pagando para sufrir tanto?
Una silueta empezó a aparecer de entre las escaleras un tipo alto con cabello largo y negro llegó junto a alguien más bajito que él con un corte de hongo.
- ¿Ah? Ya llegaste, pensé que no lo buscarías ¿Hiciste una apuesta con Shoko?
- ¿Cómo crees, Geto? Nunca haría algo como eso.
- Es algo que exactamente harías. - Geto y Gojo comenzaron una charla sabrá Dios de qué, mire al chico de peinado raro él cual me devolvió la mirada y me sonrió. Oh, no sabía que alguien podía tener una sonrisa tan brillante, se acercó a mí y me extendió su mano.
- ¡Haibara Yu, un gusto conocerte!
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