Capitulo 7: Abrazo.
Cuando volvieron al Congreso, Louis estaba exultante. Ese mismo día, Emma lo había dejado plantado, su padre se había olvidado totalmente de él, habían criticado ampliamente sus trabajos, pero para él, el mundo en ese momento era un lugar precioso, donde la novena sinfonía de Beethoven sonaba a todo trapo.
Caminaba con grandes zancadas, casi saltando. Aferró fuertemente su maletín y un segundo antes de ingresar al Centro de Conferencias, volteó a ver a Emma.
- Después de la charla, prométeme que iremos al cine. -
Emma se sorprendió de su petición, porque el cine ella lo escuchaba sin audio y leyendo subtítulos. Y en casa, con sus padres. Ir hasta una sala de cine sería complicado. Pensó con rapidez, si es que sus cascos canceladores de ruido, serían de utilidad con una película en una sala cerrada. Con sonido dolby surround, luces estrambóticas y retumbos en el suelo. Lo dudó. Y mucho. Pero ya le había fallado a Louis en la mañana, y no quería hacerlo de nuevo.
No quería volver a fallarle. O simplemente, ella no entendía porqué seguía saliendo con él.
No entendía ese chispazo de angustia en su pecho, al pensar que él podría ponerse triste si le decía que no. Tampoco quería volver a ver cómo el padre de Louis lo dejaba de lado.
"No me quiere ni Dios", había dicho Louis hace unos minutos.
Y en el caso de él, eso parecía cierto.
Sin embargo, en el suyo:
" - Eres la persona más importante del mundo para mí, Emma Amelie. - le susurró su padre al oído, un día cuando en el jardín de infantes, un niño le arrancó sus cascos. Emma lloraba, haciendo pucheros, tratando de no gimotear. En silencio. Su padre, estaba inclinado sobre ella, limpiándole las lágrimas. El director les había llamado para que fueran a recogerla. - No llores, cielo. Mamá opina que también podemos ponerte tapones en los oídos. Entre los tapones y los cascos, ya no oirás nada. -
- Pero si hago eso, no escucharé tampoco a mi profesora-, pensó la pequeña Emma.
Quiso rebatirle a su padre esa decisión, decirle que quería jugar con los demás niños, que le encantaba el balón y jugar al escondite. Pero los cascos eran muy grandes y siempre debía sujetárselos con ambas manos a la hora de correr. Así que Emma Fathom siempre fue la primera en ser pillada, la primera a la que metían gol y la primera en tropezarse, haciéndose heridas en las rodillas.
Tuvo miedo de oír ese sonido tan horrible que ella hacía al hablar, así que no dijo nada de eso.
Sus pensamientos se los guardó para sí misma. Sólo tembló más y más, además de ponerse pálida.
Félix Fathom abrazó a su hija con cuidado, la apretó contra sí mismo, la alzó hasta incorporarse totalmente, y acarició su cabello, mientras susurraba canciones de cuna y palabras de amor y consuelo. Félix sintió en su pecho, cómo latía el corazón de Emma, apuradísimo e inquieto. Él también percibió su llanto ahogado y mudo. Era un hombre incólume, hasta cierto punto tranquilo. Pero un desasosiego lo llenó entero. Una angustia se apoderó de su ser. Retuvo a Emma contra sí, por varios minutos. Hubiera querido tenerla así toda la vida, protegida entre sus brazos.
Marinette salió hecha una furia de la oficina del Director.
- Vámonos. - dijo secamente, lo más bajo que pudo.
Sin embargo, a pesar de haberse modulado, Emma dio un respingo y volvió a llorar. Félix la alzó nuevamente.
- Marinette, cielo, dilo más bajito. - insistió Félix prácticamente murmurando.
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Siempre fuiste tú - MLB. Felinette
Romance¿Nunca te preguntaste cómo empiezan las verdaderas historias de amor? Emma Fathom es alguien extraordinario y único, con una vida placentera y tranquila, hasta que un día, un viaje y una maleta le revelarán todo lo que nunca preguntó. - Felinette no...