La tierra lo aburre, por ello escondió sus templos. No le interesa escuchar de los humanos y sus problemas cada vez más complejos por sus propias culpas. Son horribles. Con el tiempo se pervirtieron tanto, que Seonghwa no los considera merecedores de su compasión y apoyo.
Es un poco solitario, también desafortunado, pero no se arrepiente de su decisión. Tan solo se aseguró de que alguien con verdaderos problemas pudiera llegar a su templo. Requisito que en siglos no se cumplió.
Hasta que Hongjoong apareció.
Una personita tan pequeña, tierna y sufrida.
Fue a verlo la primera vez. Acurrucado en el suelo de su templo tras haber dejado una ofrenda entre la bruma de su mente caótica y deprimida. Vio un poco de su mente, vio un poco de su alma y...
Le dio tanta pena.
Le dio tanta tristeza.
Que se aseguro de que cada vez que se sintiera mal, regresara aquí para confortarlo. Recostar la cabeza en sus muslos, acariciar el cabello negro y corto que no hace justicia al estilo; arrullarlo y permitirle ver un poco de él, pero no en viceversa. Mantenerlo con cierto misterio.
En tanto no viera los ojos de Hongjoong, aun estaría alejado de él. Lo suficiente y saludable.
Cuando finalmente lo vio cara a cara... simplemente se enamoró. Ojos rasgados, de dragón; avellana y con la capacidad de guardar las estrellas, apagados por una vida aplastante y miserable que no se ajusta a él. Un alma que agoniza como moribundo en el desierto.
Seonghwa sabe que puede arreglar eso.
Seonghwa sabe que puede apoderarse del resultado incluso más hermoso.
Por ello cuando finalmente llegó, ni siquiera fue discreto en su adoración a algo tan tierno. Lo que le gustaba de la tierra, reflejado en una pequeña personita que urge de compañía. Tocarlo, vestirlo, mimarlo; conseguir que sonría, ría, duerma, disfrute y viva. Hay demasiadas cosas en Hongjoong que son hermosas.
Lo honró y alegró que incluso en este cambio, se motivara a continuar haciendo música. Algo tan esporádico y poco trabajado, que apenas existía en él. Ahora sucede cada día y cada día, le canta.
Y podría hacerlo hasta el fin de los tiempos.
Quiere hacerlo hasta el fin de los tiempos.
Hongjoong ya vio su mundo, ya vio su poder, ya ha visto todo cuanto puede ofrecerle... O casi todo.
Lo más encantador de los humanos es su capacidad de asombro. Ser igual a niños recién nacidos que se maravillan ante lo más nimio. Lo sorprendió, encogiendo todo a que fuese de su tamaño. Desde el cuarto hasta el mundo entero. La dimensión que se mueve a su voluntad y placer. Aun hay una diferencia de altura notable. Hongjoong no creció bien ¡Su vida temprana tan pobre lo dejó pequeño! Ahora está más relleno, más saludable.
Todo gracias a Seonghwa.
Quien incluso quiere disfrutar de ese logro.
Al mismo tiempo de exponer lo siguiente que puede ofrecerle a un humano tan tierno.
Lo sujeta del rostro, Hongjoong pasmado, pero sumiso a su contacto. Seonghwa junta los labios con él, cerrando los ojos. Separar un poco las piernas de Hongjoong al meter la pierna derecha ente ellas. Se separa solo un momento—. De todos lo que puedo darte, esta es la última ofrenda.
Vuelve a juntar los labios, empujándolo discreta y suavemente a la cama. Hongjoong se aferra a los brazos del dios, sin saber qué más hacer además de permitirlo avanzar como mejor le parezca. A Seonghwa le fascina esta rendición absoluta de parte del humano. La confianza que tiene en que no será dañino, en que sabe qué hace con él.
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The God's Little One || SeongJoong
FanficHongjoong era un humano muy lindo, también muy triste. Seonghwa es un dios que quiere arreglarlo. AU!Urban Fantasy Pairing: SeongJoong [Park Seong-Hwa x Kim HongJoong] Advertencias: Smut, OoC, Self-Hurt, Fantasy