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El cielo cálido del amanecer brillaba apasionadamente, su brisa fría moviendo apenas las hojas de aquel gran árbol.

Uzui, el ex-pilar del sonido mirada con felicidad el paisaje ante sus ojos, dejando escapar una sonrisa por aquellas flores de distintos colores. Cada pétalo de ellas siendo tocado por los dedos ásperos de Tengen.

-Suma... - la llamo el albino, su voz era suave y tímida, inesperado de él.

La joven esposa giró el rostro, moviéndose para estar más cerca de él.

-¿Qué sucede, Lord Tengen? - preguntó Suma, pero el hombre no artículo ninguna palabra, solo hizo acciones.

Uzui se volteó y observó a su esposa, un reflejo pasajero, pero brillante como una estrella fugaz se poso en sus ojos rojizos.

Sus manos acariciaron suavemente el cabello negro de su esposa, mechón por mechón hasta que decidió ponerle la corona que traía en su mano.

-Lord Tengen - susurró Suma, como la brisa de aquella mañana, como el canto sutil de los pájaros. Su voz parecía la de una diosa griega, tal dulce y pacífica.

Una radiante sonrisa se dibujó en sus pequeños labios. Sus manos temblorosas apretaron con fuerza su vestido azul marino, aunque se mostraba alegre, aún, aún sentía una punzada de temor.

-¿Por qué?... ¿Hace esto? - preguntó Suma, su voz cada vez más frágil y quebradiza como la porcelana, cada vez más evidente como una herida.

Sus ojos azules como el cielo se encontraron con el rojo sangre de su marido, quería y hasta deseaba que esto fuera una broma pesada, pero no era así.

Las estrellas fugaces en los ojos de Tengen solo iluminan y no cumplen deseos efímeros.

-Lo hago Suma, por qué... - respondió el pilar, contando al final su oración, dejando que las dudas de Suma crecieran y se preguntará, ¿Cuál es el final?

Con cuidado sus manos blancas como la nieve al caer tocaron suavemente la mejilla de la kunoichi. Delicado y casto, plantó un cálido beso en los labios de su amada.

Lento y vacilante, Uzui se paró los labios de Suma. Sus miradas se volvieron a encontrar: fuego y agua, se conectaron como las chispas de un trueno en un día tormentoso.

-Necesitas mi amor y la atención que nunca te he dado, Andrómeda - continuó, con aquel apodo que le había dado a su mujer. Su brazo firme y musculoso abrazo la pequeña figura de Suma, la cual estuvo desconcertada, hasta que se dio cuenta de la acción: su cara ardía en rojo vivo mientras las lágrimas cristalinas y frías descendían por sus ojos.

-¡Lord Tengen! No era necesario - balbuceó con todas sus fuerzas la Kunoichi, su llanto cada vez más intenso mientras trataba con sus brazos devolverle el calor hirviente que le recorría todo el cuerpo.

Uzui, el ex-pilar del sonido dejo escapar un suspiro pesado, con su mano acarició los mechones negros intenso de la kunoichi.

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Las horas pasaron rápidamente, el delicado atardecer descendía lentamente, su brillo de colores otoñales iluminaba todo a su paso.

El hombre se quedó perdidamente mirando el paisaje, pero la sonrisa nerviosa que se dibujaba en sus labios daba a entender otra cosa.

-Es hermoso - declaró Suma, su voz un canto magnético. Tengen asintió vagamente, sus ojos esta vez centrados en otra cosa, la figura de una persona: Suma o como él le decía, "Andrómeda".

Lento y pausado acercó su mano a la de su amada, la cual se había dado cuenta de su acción, lo conocía y sabía que siempre hacia ese acto tímidamente. Suma repitió su acción, mirando para otra dirección para que él no lo notará.

Tengen siguió su acción sin darse cuenta del movimiento discreto de la kunoichi. Uzui solo continuó, hasta que algo lo hizo detenerse en seco, era suave y apacible, quizás el toque de otra mano.

El pilar volteó su rostro hacía la azabache, la cual había repetido su movimiento. Suma sonrió, acercando su rostro peligrosamente al hombre albino.

-Gracias... - cuchicheo, su tono suave y tímido. Sus ojos azules mirando hacia abajo, mientras el pilar del sonido intentaba comprender más rápido lo que su esposa le decía.

Uzui parpadeó varias veces hasta que una risita escapó de su garganta, viva y brillante, extendiéndose en la tranquila de esa tarde.

-De nada, Suma - contestó el hombre, mientras con su mano limpiaba las lágrimas que la mujer había empezado a derramar.

-Señor Tengen - llamo, dejando que su cuerpo se acostara contra el de su amado. Una expresión tranquila adornando su rostro cuando el empezó a besar su rostro lenta y dulcemente.

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Día ( Uzui & Suma )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora