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Genderbend:

Con el canto suave de las aves en la mañana primaveral, con el agua corriendo por la cascada en la lejanía del lugar, con el suspiro de los árboles moviéndose con serenidad y los dulces rayos del sol que envolvían el paisaje natural y etéreo donde estaba.

La pilar escucho su corazón palpitar con una emoción estraña, notando cómo su respiración se volvía entrecortada y muy lenta. Sus mejillas se calentaban y se fundían en un rosa sutil, pero pronunciado.

—Su... Suma — balbuceó la mujer, apretando su mano en un puño por la intensidad que recorría su cuerpo.
Sintió como las palabras se atascaban en su garganta, solo pudiendo observar las manos de su marido. Notó la pulsera de flores blancas que colgaba en la muñeca del azabache , pero también la pulsera de flores azules que él le estaba entregando.

Ardia en fuego vivo y en egoísmo al saber que esa cadena de flores solo era para ella y nadie más, ni siquiera para sus otros dos esposos.

—¡Suma! —gritó con vigor, tapando su boca mientras su ojo se abría cuánto podía. Sorprendió al de mirada zafiro, el cual solamente abrió su boca unos escasos centímetros, casi al punto del llanto cuando sus ojos se volvieron diamantes en bruto.

—¿Eh? ¡Lo siento, lo siento, me emocioné de más! — declaraba con vergüenza la albina, sabiendo que su pareja era mucho más sensible que Makio e Hinatsuru.

Solamente selló su ojo, dejando sus hombros flojo mientras se acercaba al más alto, atrapando con cuidado su mano y las del hombre.

—Solo te quería decir que... Muchas gracias, Suma — proclamó con lentitud la de mirada escarlata, sonriendo suavemente y aceptando el regalo con alegría. Entre tanto los ojos zafiros del ya mencionado se volvían un mar cristalino y brillante, ¿Por qué tanta emoción?

—Lady Tengen — murmuraba Suma, dibujando una línea quebradiza que se alzaba en sus labios, llorando de emoción mientras abrazaba con fuerza a la ex-pilar.

—¡Gracias! — exclamó con emoción, sorprendiendo a la mujer, quien solo se limitó a cerrar su ojo y dejar que su brazo fornido rodearan el cuello del azabache. Sintió su corazón acoplarse con el de su esposo, sonriendo mientras sus oídos aún podían escuchar el canto enigmático de la angelical sirena que los rodeaba en su sinfonía maravillosa.

Apretándose más, sintiendo el calor corporal que los envolvía, solo dejando que la brisa cálida los sacudiera unos escasos centímetros. Centrados en ellos dos y en nadie más.

Día ( Uzui & Suma )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora