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Yunho lo observó con detenimiento, deseando ser capaz de descifrar esa fría mirada que aquel hermoso ser le daba

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Yunho lo observó con detenimiento, deseando ser capaz de descifrar esa fría mirada que aquel hermoso ser le daba. Los documentos en sus manos fueron abandonados sobre la mesa y su espalda cayó en el respaldo de la silla de cuero, sus manos pálidas de dedos largos tocaron el escritorio de madera que los separaba. Los separaba en el plano físico. No obstante, a otros niveles el distanciamiento era aún mayor y desesperanzador.

—Mi Rey —pronunció él, con su voz baja y profunda. El corazón de Yunho se estremeció.

La persona frente a él era un sueño en toda regla. Con piel color canela y proporciones preciosísimas, una cintura pequeña y caderas que delataban su condición de omega a pesar de que con su apariencia engañaba a más de uno, pero no a él, nunca a Yunho, que con sus sentidos desarrollados de alfa puro lo había detectado a la lejanía. Sus ojos fueron desde sus piernas largas y gruesas hasta su rostro, tan bien esculpido. Como quisiera que esos ojos de zorro color verde selva lo miraran con amor, pero en ellos solo se reflejaba el odio y el rechazo, siempre era tan frío; lo mismo ocurría con sus bellos labios gruesos, en los que bailaba una mueca de disgusto.

Como si Yunho fuese algún tipo de plaga que él debía evitar a toda costa.

Oh, a él le partía el alma sentir su aroma a canela y cardamomo volverse agrio y aún más picante, eso dejaba en claro el profundo sentimiento de rechazo que Mingi experimentaba cada vez que lo tenía cerca. Suspiró, sacándose esos pensamientos amargos de la cabeza.

—Es bueno verte, Mi Omega. —pronunció con sinceridad, acomodándose en su silla de cuero—. Puedes sentarte, si lo deseas.

Mingi miró a sus costados y después hacia el frente, solo había dos espacios en los que sentarse: la silla frente al escritorio de Yunho y un sillón a varios metros de él. Yunho sabe que se vio tentado a ir lo más lejos posible de él, pero al final acabó sentándose en la silla que tenía más cerca. Lo hizo con cuidado y lentitud, sin dejar de atravesarlo con la mirada ni un segundo, es como si dijera: 'sé lo que planeas y te aconsejo mantener una distancia prudente'.

—¿Cómo puedo ayudarte, Omega mío?

Los esfuerzos de Yunho por ser amoroso y amable con Mingi, eran siempre en vano. El omega se removió en su puesto.

—Es usted tan amable y atento. —dijo por cortesía, por obligación, por protocolo—. Es un asunto mínimo, pero aun así debo comunicárselo: requiero de su permiso para prestar una visita a la morada de mi noble madre.

Yunho no se lo negaría. Mingi era un buen hijo y el único que su madre tenía; solo habían sido él y ella desde la muerte fatídica de su padre hace diez años. Era una mujer fuerte y capaz, que contra todo pronóstico mantuvo a su familia y su patrimonio en pie; Yunho la conocía, por supuesto, era su suegra después de todo y había conseguido sentir verdadero respeto por ella. La omega viuda que logró que su hijo —catalogado como 'un omega de mentira' y otros términos despectivos— se casara con el Rey. ¿Cómo lo hizo? Incluso Yunho se lo preguntaba de vez en cuando, aunque estaba muy agradecido por ello ya que Mingi era la luz de sus días.

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