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Existen días en los que Mingi puede pasar horas en silencio disfrutando de su propia compañía, como también hay otros en los que no soporta su presencia

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Existen días en los que Mingi puede pasar horas en silencio disfrutando de su propia compañía, como también hay otros en los que no soporta su presencia.

En los que es incapaz de soportarse a sí mismo.

Ese día era uno de aquellos.

Desde que despertó, supo que su día no sería bueno; hace meses que no tenía uno de ese estilo. Lo primero que le ocurrió en la mañana fue despertarse expulsando lo comido la noche anterior, lo que le valió ganarse la preocupación de cuatro doncellas. También habría ocurrido lo mismo si Yunho hubiese estado ahí, pero últimamente jamás estaba con él.

Aunque para Mingi no tenerlo cerca era mejor.

A pesar de estar culminando el primer trimestre del embarazo, los malestares de Mingi no cesaban. Todavía era incapaz de soportar ciertos olores y probar este o aquel ingrediente sin sentir naúseas; además, el malestar matutino era el peor y acababa vomitando todo lo que había o no comido. Esa mañana, solo era bilis.

Lo siguiente que le ocurrió fue a la hora del baño. Debido a que estaba tan débil después de vomitar, no pudo negarse a ser ayudado por sus cuatro doncellas principales y eso lo hizo sentirse incómodo. Él no deseaba que nadie viese su cuerpo, los cambios que había estado esperando y, por sobre todo, su vientre que cada día se hinchaba un poco más.

Cada segundo de ese baño fue una tortura.

—Su majestad, por favor... no llore —le dijo Yongsun, una de sus doncellas al ver a Mingi entregado al llanto y soltando sollozos.

—Váyanse, por favor. Quiero estar solo —fue lo único que atinó a decir entre lágrimas. Tener sus miradas preocupadas sobre él le generó ansiedad y disgusto, no quería ser observado ni que se preocuparan sin necesidad por él.

Sintió molestia al tenerlas tan cerca. Quiso apartarse, quiso gritarles, pero solo les pidió que se fueran de la forma más amable en la que pudo.

Byulyi, otra de las doncellas, frunció su ceño— su majestad, sabe que no podemos hacer eso. Una vez acabe su baño y esté vestido y bien perfumado, nos iremos.

—Y traeremos su desayuno en breve —la secundó Heejin.

Mingi tuvo que estar de acuerdo con ellas.

Tras ese episodio de puro fastidio, disgusto y frustración, la hora del baño acabó. Eso fue un alivio para Mingi, que se duplicó cuando por fin estuvo vestido.

Últimamente sus ropas son más sueltas y cómodas, aún así elegantes. Esto fue gracias a Yunho. A las pocas semanas del descubrimiento del estado de Mingi, su vientre comenzó a crecer y esto lo hizo sentirse inmensamente incómodo. Su ropa comenzó a quedarle cada vez más ajustada o, sino era de esa forma, hacían notar su vientre en crecimiento. Mingi llegó a sentirse tan acomplejado y acorralado por aquello que se encerró en su habitación por semanas, además de sus constantes malestares.

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