¿Me puedo despedir?

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En cuanto el ascensor llegó a la segunda planta, me quedé petrificada mirando a la lejanía, completamente congelada durante unos segundos.

Fue tal mi shock, mi miedo, que casi hago que se cierren de nuevo las puertas conmigo dentro.

Cuando conseguí salir y empezar a caminar, no fui capaz de acelerar el paso ni un sólo segundo. Caminé despacio, fijándome hasta en el más mínimo detalle de ese pasillo de paredes blancas.

Y es que otra vez estaba allí, otra vez de camino al lugar que tantos días me había servido como refugio, como segunda casa.

¿De verdad esa iba a ser la última vez?

Con la poca energía que me quedaba, completé los últimos pasos que faltaban hasta la puerta. Me paré delante, respiré y, después de unos segundos, llamé dos veces.

Como siempre había hecho.

No sé si fue real o sólo fruto de la percepción que me provocaban los nervios, pero el rato que pasé esperando me pareció mucho más largo de lo que era capaz de soportar.

Hasta que, por fin, oí la llave y la puerta se abrió.

- Luz.

- Hola, Ainhoa.

La expresión de Ainhoa al verme no podía estar más lejos de lo que solía ser; cuando antes sólo veía entusiasmo y emoción ahora lo único que percibía era tristeza. Supongo que ella veía lo mismo en mí.

- ¿Qué haces aquí? - me preguntó finalmente.

- Quería hablar contigo, ¿puedo pasar?

- Sí, claro.

Abrió la puerta del todo y señaló el interior con la mano. Yo entré todo lo despacio que me pude permitir. De nuevo, el saber que no iba a volver a estar allí con ella me estaba consumiendo por dentro.

- ¿Te quieres sentar? - me preguntó después de cerrar la puerta.

- No, no te preocupes - dejé el bolso encima de la mesa.

- ¿Y quieres algo de beber? ¿O de comer? ¿Necesitas algo?

Ainhoa estaba, si no más, por lo menos tan nerviosa como yo; cuando está tensa no deja de decir cosas a toda prisa.

- No te preocupes - sonreí - sólo quería hablar contigo.

Me quedé de pie, quieta, de brazos cruzados y mirando hacia ella.

- Vale - ella también se cruzó de brazos - y, ¿de qué querías hablar?

- He venido a despedirme.

Me miró con curiosidad, extrañada.

- ¿A despedirte? Pero, yo pensé... - miró al suelo - yo pensé que ya nos habíamos despedido.

- Bueno, sí, discutimos mucho y lo dejamos, pero decirnos las cosas llorando y a gritos no creo que se pueda considerar una despedida.

Intenté sonreír para ver si le cambiaba la expresión de extrañeza, pero no movió un sólo músculo de la cara.

- ¿No estarás intentando...? - comenzó a decir.

- ¿Intentando qué? - ante esta situación no quería dejar nada a la interpretación.

- Que volvamos.

- No, Ainhoa, eso me quedó muy claro - paré un segundo - me ha costado asimilarlo, pero lo tengo claro como el agua.

Ainhoa se quedó mirándome, pero no dijo nada.

Luznhoa - ¿Me puedo despedir? (Lo Que No Vimos Ep. 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora