𝗜𝗡𝗜𝗖𝗜𝗢

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¡Hola! Antes de que comiencen a leer, me gustaría informarles que esta historia ha sido modificada y editada desde cero. Esta versión es más corta que la anterior, que tenía capítulos mucho más largos. No se alarmen, estos cambios eran necesarios. Lamentablemente, los comentarios en cada capítulo se han perdido. Espero que puedan volver a dejar sus interacciones como lo hicieron con la versión anterior. ¡Gracias por leerme!

 ¡Gracias por leerme!

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El sol se desmoronaba en el horizonte, bañando las ruinas de la ciudad en un resplandor naranja. Feyre se acurrucaba detrás de un muro derrumbado, su cabello rojo desordenado cubriéndole el rostro mientras sus ojos verdes escudriñaban el terreno en busca de movimiento. La chica vestía ropa raída: una chaqueta de cuero negra con parches desgastados y unos pantalones militares que alguna vez fueron verdes pero ahora eran una mezcla de tierra y sangre seca. Su complexión delgada y atlética le permitía moverse con agilidad entre los escombros.

Desde que la plaga rabiosa había arrasado el mundo, los días de tranquilidad eran cosa del pasado. El virus, inicialmente un misterio, se había propagado con una rapidez aterradora, convirtiendo a los humanos en criaturas feroces y sin mente, algo similar a los zombies de las películas. Nadie estaba a salvo. La civilización se desmoronó, y la supervivencia se convirtió en la única ley.

—¿Cuánto tiempo piensas seguir escondida ahí? —la voz sarcástica de Cardan rompió el silencio, resonando entre las ruinas. Feyre resopló, sus labios curvándose en una sonrisa irónica.

—¿Cuánto tiempo piensas seguir hablándome, Cardan? La verdad es que tu voz es más molesta que las ratas.

Feyre se enderezó lentamente, mostrando su figura esbelta pero marcada por cicatrices de batallas pasadas. Cardan, su autoproclamado enemigo, estaba a unos metros de distancia, apoyado con desdén contra un poste de luz doblado. Su cabello oscuro caía en mechones desordenados sobre sus ojos azules acerados, y llevaba una chaqueta de cuero marrón, abierta, revelando una camiseta blanca que alguna vez fue limpia.

Feyre y Cardan se conocían desde que eran niños. Habían asistido a la misma escuela y siempre habían sido enemigos. Cardan siempre fue esa roca en medio del camino de Feyre, con la que tuvo que aprender a lidiar con el tiempo. Nunca se llevaron bien porque él siempre fue insoportable, pero su rivalidad se hizo más fuerte cuando, en un juego escolar, Cardan había humillado públicamente a Feyre frente a todo el colegio, acusándola de hacer trampa. Desde entonces, lo único que habían hecho era molestarse siempre que podían, incluso en medio de un apocalipsis.

—No tienes opción, Feyre. Necesitamos unirnos si queremos salir de aquí con vida —respondió él, su tono irritantemente despreocupado—. Además, sabes que soy tu mejor oportunidad de no convertirte en comida para los infectados.

—Gracias por recordármelo —dijo ella con sarcasmo, mientras lanzaba una mirada fulminante en su dirección. Sus ojos se encontraron, llenos de desconfianza pero también de una chispa de entendimiento—. ¿Y qué es lo que tú ganas con esto?

—Una compañía increíble y un enemigo menos —dijo Cardan, encogiéndose de hombros—. Y tal vez una oportunidad de no morir de aburrimiento en este infierno.

Feyre se acercó, su silueta destacándose contra el crepúsculo.

—Tienes suerte de que realmente odio a los infectados más de lo que te odio a ti.

Los dos se miraron por un momento, luego Feyre extendió su mano.

—Un trato temporal. No te hagas ilusiones.

Cardan sonrió, tomando su mano con firmeza.

—Lo que digas, pelirroja.

Mientras caminaban juntos hacia las sombras de la ciudad, la tensión entre ellos se sentía como un campo de minas, listo para explotar en cualquier momento. Pero por ahora, eran aliados en este mundo devastado, donde cada día era una lucha por sobrevivir.

La ciudad era una mezcla de edificios derrumbados y vehículos abandonados. La vegetación comenzaba a reclamar su territorio, con enredaderas trepando por las paredes y árboles creciendo en medio de las calles. El aire estaba cargado de humo y polvo, creando una atmósfera densa y opresiva.

Feyre no pudo evitar una última broma mientras avanzaban.

—¿Sabes, Cardan? Si logramos sobrevivir a esto, tal vez te enseñe a usar el sarcasmo correctamente.

Cardan soltó una carcajada.

—Y si logramos sobrevivir a esto, Feyre, tal vez te enseñe a relajarte.

Con sus diferencias momentáneamente dejadas de lado, Feyre y Cardan continuaron su camino a través del paisaje apocalíptico, cada uno consciente de que, en este mundo, la supervivencia requería de alianzas incómodas y de la capacidad de encontrar humor incluso en los lugares más oscuros.

🧟‍♀️🧟🧟‍♂️

¡Ese fue el prólogo, amigos! ¿Qué piensan? Sepan que me encanta leer lo que piensan, así que realmente aprecio sus comentarios 💕

También recuerden votar, sus interacciones me ayudan muchísimo a crecer.

Mil besitos y nos vemos en esta historia o en las demás. Y, por supuesto, los espero en mi IG como @/_melgonzz

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Supervivencia en las sombras © ✓ (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora