1. Piolín.

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Jimin tenía 9 años cuando su vida dio un giro de 180 grados.

Sí, esa sería justo el tipo de frase que su madre odiaría usar por lo melodramática que era, pero que describía a la perfección su repentina mudanza a la enorme y desconocida ciudad de Seúl.

Aunque ya importaba mucho lo que ella pensara porque no la vería por un buen tiempo. No era ingenuo pese a su corta edad, entendía lo que conllevaba un divorcio y el que fuera el hijo menos querido por su madre.

─¡Jimin! ─La voz de su padre lo hace girar, topándose con que su figura estaba siendo cubierta por una pesada caja que llevaba a cuestas hacia la entrada de la que sería su nueva casa─. No sabía que te había comprado tantos peluches. ─La suelta de golpe─. Ya no habrá más peluches.

Jimin se sobresalta en su lugar, apachurrando el Piolín de felpa que tenía en sus brazos.

─¡Pe-pero papá, aún me faltan muchos por conseguir!

Porque él se había propuesto tener la colección entera de los personajes animados de Looney Tunes debido a que eran de sus programas favoritos desde que tiene uso de razón, pero que solo podía ver a escondidas o con su padre, ya que su madre decía que ya estaba grande como para seguir mirando dibujitos.

Sin embargo, la realidad era otra y el padre lo sabía.

Lo que le molestaba a su ex esposa era esa afición que su hijo tenía por los peluches, catalogándolo de raro porque a un niño no le debían gustar tanto esas cosas, lo cual era completamente absurdo para un psicólogo como él.

A la hora de comprarle cualquier juguete, de lo único que se preocupaba es que fuera seguro y apropiado para su edad, lo demás tenía sin cuidado a Donghee.

Sin embargo, a partir de ahora no le podría dar los lujos a los cuales había estado acostumbrado en Busan y se lo adelanta tras doblar sus rodillas en el frondoso pasto de la casa para quedar a la altura del menor.

─Lo sé, Jimin, pero tenemos que ajustarnos con el dinero, a papá no le ha salido barato el viaje ni el adquirir esta casa. ─Su atención fue hacia esta─. Aunque no me arrepiento, está muy bonita, ¿verdad? Aquí podrás tener tu propia habitación.

Los pequeños ojos en forma de media luna brillaron con emoción. Por más que vaya a extrañar la presencia de su hermanito por los alrededores del lugar, le hacía ilusión esa simple idea ya que Jihyun apenas tenía 3 años, por lo que era todo un travieso, destruyendo así su preciado peluche del gato Silvestre.

¿Ahora de dónde sacaría otro igual si su papá no podría costeárselo?

─¿Y-ya la podemos ver?

Jimin esconde parte de su carita rellena de mejillas sonrosadas en la cabeza de Piolín porque estaba desanimándose con solo recordarlo.

─Claro, mi niño. ─Donghee le dio unas suaves palmadas en el hombro antes de levantarse junto a la caja que había estado cargando─. Andando.

Jimin contempla la casa aún siendo escudado por su peluche. No lucía como un hogar para él, pero tenía que acostumbrarse rápido a ella si no quería darle problemas a su papá. No soportaría que también lo terminara abandonando por ser un niño malo y desobediente; su madre siempre se lo repetía.

🐣

Los atardeceres siempre alegraban el corazón del pequeño que se encontraba sosteniendo los costados abultados de su rostro con sus manitas regordetas frente a la ventana de la que ahora sería su habitación. Todavía le faltaba ordenar su ropa en las cajoneras de madera que estaban pegadas a la pared como para que tomara un descanso, pero es que estaba muy aburrido.

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