2. Música.

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—¡Yoongi, abre la maldita puerta!

Cualquiera diría que un grito así de fuerte e imponente saliendo de una madre enfurecida de uno de los barrios menos concurridos de Seúl, generaría «algo» en quien lo está recibiendo, pero lo único que le sacó fue una burlona sonrisa.

Yoongi no le teme a las represalias porque los gritos y los golpes de su madre dejaron de causarle miedo con el pasar de los años, incluso los castigos de su padre se volvieron un chiste para él. Ya nada le importaba.

Nada era más importante que la música.

Sus padres, tardíamente, habían aprendido que por más que quisieran arrancársela de raíz, jamás lo conseguirían. La música y él eran uno. Yoongi lo había descubierto desde que su hermano, a escondidas, le había regalado un viejo reproductor de música que a veces había usado para amortiguar las peleas de sus padres.

Aunque Yoongi le daba otro uso. Comenzó a agrupar sus canciones favoritas para encontrar algún patrón en ellas, cuando tenía la melodía pegada en su cabeza empezaba a jugar con los sonidos que se había descargado en la computadora que había heredado de su hermano para crear algo parecido. Siempre terminaba maravillado con lo infinita que parecía ser la música.

Porque entre tantas cosas efímeras que existían en el mundo, la música era la única capaz de traer esa estabilidad que él mismo necesitaba en su vida.

Diría que también sus amigos, pero Yoongi, a diferencia del resto, no se considera un hipócrita. Porque, a su parecer, cada uno vela por lo que más le conviene. No lo malentiendan, los quiere demasiado, no sabría qué sería de él si no los hubiera conocido, pero al final del día solo son personas, personas que como tal, se van a terminar inclinando por sus propios intereses.

De hecho, no falta mucho para que eso ocurra. Namjoon ya había dado el primer paso. Él ya había elegido.

«Qué decepcionante, de verdad lo respetaba», pensó con una amargura que jamás iba a reconocer porque su personalidad no era así, sería un idiota si se dejaba llevar por sus emociones, ya hubiese terminado muerto o encerrado en un psiquiátrico.

O siendo una pobre imitación de Barney y sus amigos como Seok.

Hablando de él, habían quedado en encontrarse en su casa para esconder su interfaz de audio y micrófonos porque ni loco los dejaría a merced de sus padres. Hace algunos años había cometido ese error y tuvo que esforzarse demasiado para conseguir dinero, comprando finalmente los más baratos que encontró en la ciudad.

Sin embargo, al saltar de la ventana de su habitación hacia el pequeño patio de la casa, decidió cambiar de dirección. Era viernes y ahora que recordaba, Seok tenía la costumbre de ver películas con su hermana, ya que era el único día libre que ella tenía. No iba a arruinárselo con sus típicos dramas familiares.

Además, se avecinaba una tormenta. Tenía que actuar rápido si quería protegerse de la torrencial lluvia. A él y a la persona que justo tiene libre los últimos días de la semana.

—¡Yoongi, muchacho, qué bueno que estás aquí!

Bueno, casi libre. De todas formas, el señor Park siempre le abriría las puertas de su hogar con una sincera sonrisa en sus labios.

—Hola, señor Park, disculpe por venir sin avisar, es que-

—Pasa, pasa —lo interrumpió Donghee prácticamente empujándolo hacia el interior de su casa—. Sabes que eres bienvenido aquí, en especial cuando tengo un viaje de improvisto.

Realmente, los viajes del señor Park ya estaban programados casi todos los fines de semana, pero él trataba de evitarlos cuando el pronóstico del clima solo advertía lluvia y tormentas: Jimin las odiaba.

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⏰ Última actualización: Feb 27 ⏰

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