La conocí en un bar caro al que asistían todas las figuras mediáticas de la televisión. Conocí a mucha gente aquella noche, a muchos famosos pero, en especial, conocí a mi mujer... Lourdes.
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Cuando la vi, quedé impactada por su belleza y por la forma tan sensual en la que se movía. Sus bailes, cada uno de ellos, me erizaban la piel, tanto que llegué a creer que era un baile erótico. También pensé que era heterosexual porque semejante mujer, en aquella época, era imposible que se mostrara con otra sexualidad que no fuera la hetero. Pero no. Ella había estado con muchos hombres pero ninguno la había logrado satisfacer lo suficiente como para durar más de una o dos noches. Además de haberla conocido, recuerdo haberla llevado a mi casa, haberla metido en mi cama y haberla comido con todas mis fuerzas y ganas. ¿Recuerdan que hablé de sus fluidos? Son, verdaderamente, una delicia. Soy adicta a ella, a su vagina, a sus jugos y a la manera en la que me seduce en momentos poco oportunos.
