CAPITULO. 01

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"Ruta Nueva."

En 1810, cuatro años antes del inicio de nuestra historia, William y Cassandra habían trabajado durante unos meses en los campos, recolectando y sembrando, lo suficiente como para mezclarse con la clase baja y obtener las ganancias necesarias que,...

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En 1810, cuatro años antes del inicio de nuestra historia, William y Cassandra habían trabajado durante unos meses en los campos, recolectando y sembrando, lo suficiente como para mezclarse con la clase baja y obtener las ganancias necesarias que, sumadas a sus ahorros, les permitirían viajar a la City.

Se establecieron en un barrio donde la gente trabajaba para ganarse la vida; eran personas de buena cuna pero que no pertenecían a la aristocracia. Habían alquilado un departamento muy pequeño en Holborn, cerca de la City, con sus calles medievales estrechas y sinuosas, y la peligrosa cercanía de los barrios pobres del East End, lejos de la alta sociedad del oeste en los distinguidos barrios de St. Jame's y Mayfair.

William había encontrado un trabajo estable en una imprenta, donde siempre se necesitaban obreros para manejar el papel, la tinta y la maquinaria. No era un trabajo fácil, pero la paga era buena para un joven sin recomendaciones y de origen desconocido. Casandra, por su parte, no había tenido la misma suerte que su hermano; siendo mujer y sin recomendaciones, y además joven, nadie confiaba en ella. Los únicos trabajos que podía conseguir estaban mal pagados, pero su necesidad era mayor, así que terminó trabajando como criada de limpieza en un teatro. Allí tenía que pulir el suelo de madera, recoger la utilería y limpiar después de cada función, además de soportar a la insolente y narcisista esposa del dueño del teatro. Lo bueno de trabajar en ese lugar era que tenía las tardes libres para cuidar a su hermano menor, y mientras hacía su trabajo por la mañana, presenciaba los ensayos.

Ese día, la hermosa cantante de ópera Siena Rosso estaba realizando su último ensayo para la presentación de la noche, y Casandra había detenido su labor de limpiar las butacas para disfrutar de la talentosa voz.

—Soñando de nuevo en el trabajo —dijo Cassandra al escuchar la voz reprochable de la esposa del dueño—. No te pagan por no hacer nada.

—Señora.

—Debes aceptar tu posición en el mundo; si naciste plebeya, eso serás siempre —dijo la mujer con desdén, mientras Casandra apretaba los dientes, sabiendo que no pertenecía a esa clase, pero consciente de que nunca volvería a tener esa vida privilegiada—. Conformarte con lo que tienes y hacer tu trabajo bien te será de ayuda —aconsejó con falsa bondad, esparciendo basura en el suelo ya limpio.

—Maldita —murmuró Casandra.

—¿Qué has dicho?

—Que podría quedarme sin su miserable sueldo, pero al menos me libraría de ver su cara.

—¡Estás despedida!

—Al parecer, no fui clara con mi frase anterior —replicó con desdén, volcando un balde de agua sucia sobre el suelo—. ¡Renuncio!

—Nadie le dará trabajo a una muchacha descarada —espetó la esposa del dueño.

—Eso está por verse —contestó Casandra, saliendo del teatro con furia. No se detuvo a pedir disculpas al chocar con un caballero de clase alta y derribar su costoso y elegante sombrero. Estaba convencida de que era uno de los amoríos de las cantantes que solo las buscaban para su propio beneficio. Sin disminuir su paso, se internó en las calles, rumbo a su departamento.

MIEL | A. Bridgerton.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora