8. Secretos

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—¡Gina!

En el medio de la oscuridad se hace presente la voz lejana de Olivia. ¿Ha escuchado mi grito y se ha despertado? Intento moverme, gritarle que estoy aquí y que no puedo ver nada, pero mi cuerpo parece haberse fundido con la roca, quedando completamente paralizado.

Forcejeo tanto que se me acalambran las piernas, el dolor trepa desde mis pantorrillas y al fin logro emitir un sonido, pero a pesar de concentrar toda la fuerza de mi garganta, al punto en el que siento que se me desgarran las cuerdas vocales, todo concluye en un apenas perceptible alarido.

El fantasma que me tiene aprisionada se esfuma cuando una ola de frescura irrumpe contra mi rostro. Al sentir mis músculos aliviarse me levanto repentinamente y mi cabeza se estampa contra la de Olivia, quien estaba inclinada sobre mí.

—¡Auch! —Lleva su mano hacia su frente y aprieta fuerte los ojos—. Podrías matar a alguien con esa cabeza.

Al observar a mi nueva amiga algo dentro de mi se afloja, permitiendo que el aire fresco de la mañana llene mis pulmones desesperados por un poco de oxígeno.

Sólo era una maldita pesadilla.

—Perdón —me disculpo con vergüenza—. Tuve un sueño espantoso —Un escalofrío me envuelve cuando la suave brisa que se abre paso por la ventana acaricia mi cuerpo. Mis ojos se posan en el jarrón vacío que se encuentra en mi mesa de noche—. ¿Me has tirado el agua del florero?

Olivia se encoje de hombros con una sonrisa pícara.

—Bueno, tú me has partido la cabeza. Estamos a mano. —Dirige su mirada hacia la almohada empapada—. ¿Qué estabas soñando? Gritabas como si te estuvieran matando.

—Vi a Marcos —Hago una pausa para recrear la macabra escena en mi cabeza—. Estaba...

Una oleada de preocupación me golpea al recordar su expresión en el sueño. Una angustia extrema envolvía sus facciones, mientras forcejeaba con las oxidadas cadenas que chocaban entre sí en un lúgubre coro de condena. Aún antes de exigírmelo, sus ojos desgarrados por la desesperación me rogaban que saliera inmediatamente de ahí, como si un ente invisible estuviera a punto de arrancarme el corazón.

Me pregunto que significado podría tener un sueño así. Jamás había tenido una pesadilla de ese tipo, todo era tan lúcido, tan realista...

Mi mente oscila ante la desesperada necesidad de entenderlo. Lo más lógico sería relacionarlo con el hecho de que ayer fue un día difícil, y probablemente frente al cansancio mi confundida cabeza fabricó tal escena en representación de mis propios miedos y preocupaciones. Pero una apenas perceptible voz interna me dice que hay algo más.

Esa interrogante se clava en mi pecho, provocándome una abrumadora sensación que sé que no desaparecerá hasta que hable con Marcos.

—Estaba encadenado —continúo—. Fue horrible, Olivia. Podía sentir su terror, su angustia... —Trago saliva—. Cuando me miró a los ojos comencé a gritar, después todo se volvió oscuro y desperté.

—Sólo fue un sueño. —Toma mi mano y la estrecha con fuerza—. Ten —Saca su móvil del bolsillo y me lo tiende—. Llámalo.

Tomo el móvil sin pensarlo y marco el número de mi tutor. Mi pulso desbocado aumenta con cada segundo que pasa, pero sigo sin respuesta.

Cuando nuestras miradas se encuentran puedo notar la preocupación en los ojos de Olivia, hasta este momento tenía la esperanza de que sólo fueran mis miedos invadiéndome, pero en este punto hasta ella percibe que algo no va bien.

El séptimo hijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora