Capitulo 1

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Mitsuki, corría bajo las sombras de las calles ocultando su presencia con solo el ruido del chapoteo que sus botas hacían en los charcos, dando noticia de una mujer desesperada.

Intentando llegar a cualquier lado que la alejara de este pueblo, por algún barco que la despidiera de aquel peligro, de ese karma o de esa venganza.

Siguió corriendo a un con su jadeante respiración y sus pies dolorosos. Corrió, hasta detener su abrupto paso, pues bajo el brillo de la luna una neblina oscura redondeó la nada, formando una silueta, unos ojos... esos ojos.

- No pensé que fueras a huir de mi, Mitsuki. -El sonido de su voz rompió el silencio de la calle, con ello la neblina se disipó y la figura de un joven pelinegro con ropas opulentas apareció y tal vez se le confunda con un humano si no fuera por sus ojos brillantes y sus colmillos en toda su boca que delataban su naturaleza monstruosa.

- ¡Un paso más y juro que te mataré!. - Amenazo al tiempo que retrocedió y sacó el arma de plata de los bolsillos secretos de su ropa.

El vampiro ni se inmutó, caminó con gracia hacia ella, empezando un juego entre acercarse y alejarse.

- Yo no vengo a matarte.

- ¿Estas jugando conmigo? Conozco bien que esa es tu única razón de verme. - Mantuvo su postura segura ahora con el arma apuntando a la amenaza que la miraba con nulo temor. - Da la vuelta y lárgate.

Inmediatamente con una velocidad anormal el vampiro se encontraba frente a ella en un párpado, pero con una daga plateada a milímetros de su cuello.

- Cuidado con eso, te puedes lastimar. - Sonrió con burla, sin ninguna presencia de miedo en sus ojos, pero, alejándose para poder hablar claramente.

- A un soy un caballero, Mitsuki. Solo vengo a felicitarte. - la miró de abajo hacia arriba, barriéndola con la mirada. - Estoy seguro que tendrás un bebé precioso.

Mitsuki frunció el ceño, apretó sus labios y al notar intención de sus palabras la advertencia y el miedo brotó en todos sus sentidos.

- ¡NO TE ACERCARÁS A MI HIJO!

- No te preocupes, Mitsuki. No me acercaré a tu hijo... al menos no por ahora. - Mencionó con una tranquilidad contraria a la mujer que en sus ojos ya se veía el dolor.

- Dejaré que te encariñes de él, que lo ames y le des todo lo que necesite.

Mitsuki no se dio cuenta cuando ya se había acercado milímetros a su rostro pues la pesadez de sus palabras la mantenían abrumada.

- Y cuando el crezca y tú te hayas encariñado lo suficiente... - se acercó a su odio, dejando que el susurro de sus palabras derramen su cometido. - Lo mataré.

- ¡Maldito hijo de perra!. - Exclamo con una furia inmensa en sus palabras al tiempo que tomaba su arma en un fuerte agarre. Para así comenzar a dispararle al vampiro que se movía con una fluida rapidez que ni una bala podía atravesarle.

Mitsuki se había frustrado, el vampiro seguía jugando con ella, burlándose de su mala suerte. Así que en un intento desesperado, lanzó la daga, logrando penetrarle el filoso cuchillo.

El vampiro cayó abrupto en el piso, chillando de dolor por unos segundos antes de sacarse la daga; arrojándola al cielo, sin que ella pudiera de nuevo atacarlo.

- A un que logres matarme, habrá quienes se encarguen de mi asunto. - Se reincorporó sin problemas a un con el dolor de su pierna infectada por la plata. - No te librarás de mi tan fácil.

- Entonces... - Se tomó un momento, mordió su labio, sus manos se apretaron y sus ojos comenzaban a acumular lágrimas. - ¡Mátame a mi, llévate mi vida pero no te lleves la de mi bebé!. - Declaró con la mano en su pecho y la esperanza en su mente, el vampiro la miró confundido.

- Te rindes tan fácil pero está bien, lo pensaré, si me ruegas.

- Por favor... - Cayo arrodillada a su pies con la cabeza en sus zapatos y las manos en forma de rezo. - No mates a mi hijo, déjame amarlo, el no es culpable de esto, por favor, te lo suplico... no te lo lleves. - Las lágrimas cayeron por sus mejillas manchando el piso. - por favor...

Una mano tocó el mentón de la mujer, levantándola para que pudiera mirarlo.

- Que gracioso, fue lo mismo que yo dije. - Dijo en un tono pasajero, tranquilo casi perdonándola. - ¡ANTES DE QUE LO MATARAS!.

El agarre en su cuello se hizo más predominante, lanzándola a la pared y sujetando sus brazos mientras se resistía a un sin ninguna escapatoria.

- Mitsuki Bakugou, esto no es una amenaza, ¡es una promesa!. - Exclamó con firmeza en sus palabras ocasionando un miedo extraño. - En el momento en que tú hijo crezca y vea el amor y devoción que hay en tus ojos hacia el ¡LO MATARÉ!. - Termino con una sonrisa egocéntrica. - Así no estaré solo en mi duelo y los dos tendremos algo que nos unirá para siempre...  - Dijo al tiempo que soltaba el cuello de la aturdida mujer - escóndete, te lo concedo pero te encontrare...

Y entre la neblina acumulada se esfumó y las calles volvieron a ser solitarias.

A la mañana siguiente los carruajes estaban listos para irse del país, llenos de maletas y recuerdos. Mitsuki y su pareja se despidieron de su reina que al escuchar sus razones preparó el transporte y la ruta más sigilosa para irse y por la unión de Alemania y Francia, la familia Bakugou mantendrían su estatus de duques ahora en el nuevo reino, donde darían a luz a su hijo y no volverían a ver a ese vampiro.

Cuatro meses después de aquel suceso, nace un bebé de ojos ardientes y cabellos de oro, la noticia se propagó por Francia y Alemania, todos estaban felices por el nuevo duque Katsuki Bakugou.

El vampiro te lo podía confirmar.

Lamentablemente para la familia Bakugou, su mudanza había sido en vano, pues 3 días antes de que Katsuki naciera, él ya se encontraba en Francia, siguiendo cada paso que dieron y encontrando su ubicación. Por lo que él fue testigo de la noche siguiente en ver al bebé.

Buscaba entre el hogar la ventana que diera a la habitación del hijo, y tras la fachada en el último piso, ahí estaba. El vampiro se acercó al balcón sin poder entrar, tan solo ver tras el cristal, y ahí fue que sus ojos se deleitaron con el bebé más hermoso que pudo haber visto, con una tranquilidad áurea en su sueño, el vampiro tocó el cristal, intentando tal vez poder acariciar su cenizo cabello y alargadas pestañas.

Tal vez el vampiro no le tenía aprecio pero sin duda le resultaba adorable y hermoso, pues estaba tan nublado ante él que cuando volvió a ver su rostro se sorprendió al notar que él lo veía fijamente con esos ojos penetrantes, del mismo color que una escarlata preciosa...

Una gema ante sus ojos.

No se quedó por más tiempo obsérvalo, así que desapareció entre la noche y el viento y por unos segundos, en su mente, dudo de su trato.

Pero la belleza del niño no era razón suficiente para no matarlo.

No le temas a la luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora