Capitulo 3

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Bajo los grandes árboles que le proporcionaban al vampiro la sombra y la oscuridad que necesitaba para poder seguir con su rutina de cada noche en la que solo se concentraba en el balcón de su víctima, acechándolo desde ayeres, planificando la noche en la que por fin pueda vengarse.

Pero, sin duda. Esta noche era inusual pues por años el balcón de Bakugou nunca había estado iluminado por velas a horas tan tardías como las 3 a.m. El joven siempre tenía la costumbre de dormir apenas el sol se ocultaba.

La idea de que tal vez el joven rubio pudiera querer volverlo a ver, provocó una pequeña chispa de ilusión o tal vez emoción de ser nuevamente bienvenido a su compañía, a un con el suceso de lo que mal terminó la noche anterior.

Kirishima no perdió tiempo en verlo. Desapareció entre los árboles, recorriendo con el viento para llegar al balcón que tanto conocía, inundándolo con la espesa neblina que caracterizaba su llegada. Así que con la emoción en su sonrisa, abrió los ojos esperando el mismo sentimiento en el rubio. Pero, solo vio su cuerpo rígido con la espalda tocando el frío metal de la protección, sus manos en puños y sus ojos llenos de coraje... o tal vez miedo.

- ¿Qué quieres?. - Cuestionó fríamente, como si su mirada no buscara al vampiro. - No te quedó claro que no quería volver a verte.

Kirishima, dudo, el joven frente suyo parecía tan negado a su presencia, lo contrario a lo que había imaginado. No obstante algo tenía en el, que lo hacía confiar en su instinto de que el joven si estaba esperando por el. Así que pensó, que sería buena idea jugar un poco con el.

- No tienes que fingir, sé que estabas esperándome, puedo ver el deseo en tu interior - Mientras más hablaba, más se acercaba.

Bakugou, de manera rápida, tomo la vela encendida para tener algo con la cual ahuyentar al vampiro. Pero este solo se rio.

- ¡Ay, mi gema! Las imitaciones de la luz del sol, no me afectan. - Declaró con burles al tiempo que con sus dedos apaga la flama.

Bakugou arrojó la vela a su cabeza, pero el vampiro fue rápido y la esquivó, lo que enojó al rubio.

- No quiero que te acerques a mi ¿o por qué crees que espero verte?. - Exclamó con arrogancia como el mimado niño que siempre a sido.

- Tal vez me equivoqué, puede que no querías verme a mi. - Dijo, al tiempo que debajo de su capa sacaba una pequeña caja forrada de tela negra. - Pero si a esto.

La caja se abrió mostrando una encantadora cadena de oro que en ella colgaba una pulida gema de rubí, los ojos de Bakugou se iluminaron por varias razones; la belleza de la cadena, la emoción de verla y la sorpresa de conocer ese mismo patrón de pulidez que en todos sus años había visto en sus cumpleaños.

- Eres tú. - Susurró y su mirada se elevó a los ojos de Kirishima. - Siempre has sido tú. - Repitió, para sí mismo, como si apenas lo hubiera asimilado.

- Así es, mi gema. - Su rostro se iluminó de emoción, caminó hacia el joven a un que el siguiera alejándose. - Antier llamabas por mi así que aparecí en tu baile para saludar. - Su sonrisa se volvió más ligera y calmada. - Pero no creí llevarme el regalo de poder disfrutar de tu compañía.

Kirishima tomó la cadena en sus manos, acercándola a su cuello, sin embargo Bakugou solo gruñó y apartó las manos del vampiro con fuerza, provocando que el collar cayera sin ningún cuidado.

- ¡Cállate!. - Su postura cambió de pronto con más seguridad. - Esas estupideces que tanto repites, no voy a dejar que bebas de mi sangre.

No estaba sorprendido de la acusación, Kirishima estaba acostumbrado ver el desprecio a él en los ojos humanos, entendía que era por miedo e ignorancia, a un que Bakugou tuviera razón de temer, nunca profanaría el cuerpo de un humano.

- ¿Por qué crees que quiero tu sangre?.

- Porque es lo que buscan ustedes, una víctima para comerse y dejarla morir, lo mismo que hace un asesino. - Resaltó cada palabra firmemente. - O dime ¿por qué tanto interés en mí, que quieres a cambio de tus regalos y palabras bonitas si no es a caso una mordida en mi piel?. - Cada palabra se volvía más agresiva y cuando Bakugou terminó de hablar, su rostro estaba ausente de miedo.

Pero Bakugou no era el único en enojarse. Kirishima escucho sin interrumpir, a un que sus puños se apretaran más y sus labios temblaran de coraje.

- No me agrada que me digan asesino. - Exclamó entre dientes. - Cuando tu gente ha matado sin razón y sin piedad a poblaciones inocentes, robándoles sus joyas... sus culturas... y sus presencias... - Cada vez Kirishima se acercaba más al rubio, haciendo que retrocediera hasta caer de espaldas sobre su cama. - Así que no vuelvas a decirme así, pues son ustedes los que se nombran colonizadores como si no fuera otra manera de llamarse asesinos.

Kirishima había terminado sobré el, sujetándole las muñecas sobre su cabeza, mientras los dos se miraban fijos sin intentos de lastimarse.

- Y eso es por lo que estás aquí ¿por venganza?. - Preguntó con burles con su ceja enarcada.

- No. - Mintió. - Yo nunca te haría daño. - Volvió a mentir. - Es difícil explicar porque me interesas tanto, pero solo puedo decir que en mi larga vida, tú eres la gema que no puedo dejar de apreciar. - Tal vez sea verdad.

- La demencia acaba de invadirte por completo o solo es normal en los vampiros ser tan imaginativos.

A un que Bakugou se haya quejado de los halagos del vampiro y no creyera en ellos, sus mejillas se seguían enrojeciendo y sus labios se apretaban tratando de no sonreír por lo menos un poco.

Kirishima solo bufó, divertido, sin darle una respuesta a cambio pues había empezado a concentrarse en el rojo de los ojos del rubio. Acercándose más a apreciarlos; notó la explosión de naranjas y rojos en tonos monocromáticos, como si en sus propios ojos no existiera esa misma variedad de colores.

Pero invadía de su curiosas, cambió abruptamente al notar algo que no debía suceder, que lo dejó anonadado pues en sus iris veía su propio reflejo, era el, con su cabello negro y su ropa en tonos negros, a un que no era una imagen perfecta, sin dudas podía verse.

De pronto nerviosismo recorrió su cuerpo, y tal vez un poco de miedo e inquietud que lo obligó a alejarse con brusquedad.

- ¡¿Qué carajos te ocurre?! - Se levantó de la cama, irritado de la acción, pero a un así sin acercársele.

Pero no me contestó, Kirishima se observó en el espejo más cercano, esperando a verse pero solo vio dolor, llanto y desespero... lo que estaba acostumbrado a ver por años. Suspiró con tristeza al tiempo que sus ojos empezaban a arder pues su reflejo solo se trata de las penas que repetía en su mente.

- Oye, chupa sangre, te estoy hablando. - Demando, ya con poca tolerancia.

Kirishima volteó a verlo, pero se quedó en silencio pensando en que si en sus ojos puede verse, entonces Bakugou puede ver algo más haya de su apariencia, tal vez puede percibir sus mentiras... sus intenciones. Eso sería un problema, arruinaría su plan y podría terminar mal.

- Perdóname, disocié por un rato. - Habló entre una sonrisa, levantando su mano para acariciar su mejilla. - No quiero que pienses erróneamente de mi. - Susurro para ellos dos.

Kirishima agarró el collar tirando en el suelo, comprobó que no estuviera arruinado y después entre sus manos le ofreció el collar al joven rubio.

- A un que no confíes en mí o solo no te agrade, por favor déjame comprobarte que no estoy en tu contra. - Parecía sincero, hasta Kirishima se la creyó por unos momentos.

- Si te veo actuar extraño, acercarte peligrosamente o solo no obedecerme, cortaré tu maldita garganta sin siquiera pensarlo. - Exclamó entre dientes con sus ojos fijos y serios mostrando la verdad de su advertencia.

Pero Kirishima solo sonrió sin titubear a sus palabras, hasta tan agradecido de que pueda cumplir sus intenciones.

- Entonces es un trato. - Dijo con una sonrisa un tanto mañosa al tiempo que recorría su cuellos con el collar abrochándolo, dando inicio a su venganza, pues con este collar, al fin Bakugou era suyo.

Y con ello su muerte se acercaba, pero no sin antes darle su última noche.

No le temas a la luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora