Yuki ve como ingresan todos los días omegas con el corazón roto, esperando algún día ellos dejen de venir. Lamentablemente un día ve como el omega del alfa cruza aquella puerta que tanto odia ver.
Las puertas del lugar se volvieron a abrir aquella mañana, era tan común para Yuki escuchar aquella campanilla sonar que esta pensó en quitarla en algún momento, pero con el tiempo lo olvido. Cuando dirigió su mirada hacia la persona que había llegado se quedo plasmado por un momento, el omega del alfa estaba frente a él, lucia completamente pálido y sus ojos mostraban que había estado llorando durante varias horas.
—No soy un buen omega —decía en un hilo de voz casi inaudible. —No puedo darle cachorros...
Yuki se sorprendió ante las palabras del omega, después de todo, la manada entera veía con adoración al alfa y a su luna. Y como aquellos dos tenían un fuerte lazo. Esto se debía tratar de un error.
—Dijo que cualquier Omega podría reemplazarme, uno que si le diera hijos y fuera más bonito y delicado.
Aquel chico solo miraba el suelo, su mente y corazón aún estaban confundidos. Porque después de todo, su alfa había prometido estar siempre con él, en las buenas y en las malas. Ya que este fue quien lo sacó de ese horrible lugar donde lo maltrataban y con quien se casó hace 5 años.
Yuki solo negó al escuchar eso, claramente no podía interferir en la vida de ningún omega, él entendía lo doloroso que era para un omega no poder concebir cachorros y mas aun si estaba bajo su responsabilidad darle un heredero a la manada. Realizó los exámenes respectivos y concluyó con que el omega entraría pronto en la fase terminal, habían pocas posibilidades, por no decir ninguna de poder salvarlo.
Mick solo le sonrió al oír sus resultados y siguió con su camino, perdiéndose entre los pasillos, no sin antes dejar su collar, aquel que protegía su anillo de bodas, esto debido a una antigua tradición que decía que de esta manera estaría más cerca a su corazón y su vínculo se fortalecería.
Yuki era solo un beta pero deseaba ayudarlos, ese lugar servía de retiro para aquellos omegas que perdían su corazón, que poco a poco perdían su lobo interior. Solo pocos lograban recuperarse, quienes no lo hacían eran recordados en un salón especial junto a la pertenencia que más amaban en vida, esa que siempre dejaban en recepción. Yuki anhelaba el día en el cual no colocara un recuadro nuevo ese lugar o que una nueva ficha se rellenara.