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Los rayos del sol traspasaban las ventanas e iluminaban los salones de la academia «Jujutsu». Satoru Gojo, un alumno de primer año, decidió tomar una pequeña siesta luego de que su clase terminara. Él se mantuvo durmiendo allí hasta que los rayos del sol tocaron su rostro, por lo que no tardó en abrir sus ojos y observar el salón vacío. Se estiró perezosamente y escuchó ligeramente las risas de los alumnos que caminaban por los pasillos. Aquello le indicó que los demás ya habían terminado sus clases, por lo que decidió que era el momento de irse.
Se levantó de su pupitre y salió del salón de clases. Comenzó a caminar por los pasillos mientras le dedicaba una pequeña sonrisa a los alumnos de otros salones que se detenían a saludarlo. Él pensaba irse a su dormitorio, pero algo lo había hecho desviarse, por lo que no tardó en dirigirse hacia la parte trasera de la academia.
Mientras se dirigía hacia la parte trasera de la academia, Satoru escuchó un suave murmullo en el aire. Se detuvo un momento, agudizó sus sentidos y notó que el sonido provenía cerca del área donde los alumnos iban a plantar y/o cuidar las flores.
Satoru no comprendía esa necesidad de dirigirse allí, así que, curioso por eso, avanzó hacia ese lugar. A medida que se acercaba al área de plantación y cuidado floral, el murmullo se volvía más claro, transformándose en un suave susurro que parecía estar diciendo su nombre.
Gojo se quedó confundido, pero continuó avanzando. Fue entonces que se encontró con una chica de belleza serena y cautivadora, ojos oscuros y cabellera negra que le llegaba a la cintura.
La misteriosa chica estaba arrodillada junto a un macizo de flores azules que parecían brillar ante la luz solar. Gojo la observó fijamente, sintiendo algo extraño provenir de ella, y aunque intentaba descifrarlo, no lograba comprenderlo.
—¿Me estabas llamando? —preguntó Gojo sin dejar de observarla.
—¿Uh?
—Escuché como alguien me llamaba —explicó Gojo.
—Lo siento, pero yo no te he llamado —dijo la chica, quien observaba a Satoru con neutralidad—. Debes haberte confundido.
Satoru frunció el ceño, aun intrigado por el misterioso susurro que lo había llevado a ese lugar. Sin embargo, en lugar de insistir, decidió cambiar de tema.
—Bueno, no importa —dijo mientras formaba una pequeña sonrisa—. ¿Qué hace una bonita chica aquí sola?
La chica lo miró fijamente con una ceja arqueada ante el cambio de actitud de Satoru.
—No tengo razones para responder a ello —dijo la chica—. Ahora. Con o sin tu permiso, me iré de aquí.
—Chica misteriosa, ¿eh? —dijo Satoru, con una mezcla de curiosidad y diversión mientras observaba como ella se iba alejando.
