| •☯• | 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 Ⅱ

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𝔘𝔫 𝔡𝔢𝔰𝔢𝔬 𝔡𝔢 𝔳𝔞𝔩𝔬𝔯

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               CUANDO SE DESPIDIÓ DE SU madre, aprendió una cosa: cargar arrepentimientos no era una buena forma de vivir. Pensó en conseguir la felicidad para el personaje que se le encomendó con esa ideología de base. Pero lo acontecido en el palacio perturbó su parte del trato.

Al llegar al ducado, decidió encerrarse en su habitación. La traición del duque y el capricho de Adrien, la hicieron reflexionar sobre su propósito en ese mundo.

Miró a través del cristal de la cúpula, que reemplazaba el típico techo de madera o yeso. Las nubes no cubrían el esplendoroso azul del cielo, como si cada pincelada fuera dedicada para ella y nada ni nadie hiciera de crítico ante la emoción más grande. En el observó también la transparencia del alma de su madre, regresándole así las fuerzas. Si bien perdió la oportunidad de corregir el encuentro entre Adrien y Chloé en la niñez, entonces comenzaría desde la ya escrita historia. Desviaría las atenciones que Chloé aportó en su convivencia con Adrien.

Dio vuelta en la cama y hundió su rostro en la almohada. Cayó rendida por el cansancio, justificada por el viaje que hicieron de ida y vuelta al palacio imperial.

No solía soñar. Sus últimos pensamientos reavivaban sus memorias después de una corta siesta. Experimentó esto con gran asombro los primeros días a su llegada, todos iguales: su madre preocupada y dispuesta a rechazar la oferta, porque le resultaba correcto tener que hablarlo primero con la víctima de los destinos de Dios. Al verse envuelta entre desobedecer a su madre o dejarla morir, cometió un impulso que la llevó a recibir una bofetada. La plática de esa noche no duró más de quince minutos, estaban enojadas una con la otra. De no ser por la señora Alicia, quien convenció a su madre de aceptar con saber qué cosa —pues fue una conversación que no tuvo el gusto de escuchar—, seguiría asistiendo a consultas para los medicamentos y las dietas, al borde de pensamientos sobre cómo sería el final de sus días.

—Mamá —susurró T/N (CHLOÉ) al apretar con fuerza la almohada.

Le debía demasiado, así que juró volver a verla una vez concluyera el contrato. Erradicaría la enfermedad de su madre. La imaginó en un bosque bendecido con las hojas más hermosos de los árboles o las ramas de los pinos y abetos. Cerca de la orilla del río, juntaría ambas manos solo para recoger un poco de agua y beberla. Su cabello sería largo y degustaría de las deliciosas frambuesas obsequiadas de la naturaleza. Consideró también las manzanas y los peces, que su madre cocinaba con especialidad. Lamentablemente, la receta no resultaba igual cuando T/N (CHLOÉ) lo hacía. Su madre la alentaba en un tarareo sencillo y cálido. En cuanto se dispuso a tararear, tratando de imitarla, alguien llamó a su puerta. La impaciencia era una condena en la humanidad. Se levantó de la cama y abrió la puerta a regañadientes. Jamás dejaría su costumbre, ni por el limitado tiempo que llevaba allí.

EL SUEÑO DE LA VILLANA | Chloé BourgeoisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora