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Los copos de nieve caían en una danza frenética sobre aquel hospital.
Era de día, aunque por lo nubloso del clima, no podía apreciarse con claridad el sol en su máximo esplendor, solo se podía apreciar la iluminación de este atravesando las nubes grises.
A través de la ventana qué estaba junto a su camilla, estaba una muchacha castaña la cual miraba tristemente a través del cristal.
El día de hoy era el 20 de diciembre, dentro de cuatro días sería el gran festejo esperado por la mayoría de personas en el mundo, navidad.

Rose simplemente suspiró al recordarlo, una fecha tan preciada para otros, pero odiada por ella.
Aquella señorita de 27 años había sido abandonada a su suerte en aquella fecha festiva por sus padres, cuando fue diagnosticada de tuberculosis, la habían dejado internada en el hospital para nunca más regresar, con la excusa de que "Ya era mayor, debía de depender de ella misma".

Volvió a suspirar mientras apartaba su vista de la ventana, no podía creer que ya iba a ser un año entero desde que ingresó en aquel hospital para ser dejada a su suerte.

Un golpe en la puerta de su habitación la sacó de sus fantasías, a la par en que aquella puerta se abría, su felicidad aumentaba, era su amor prohibido la persona la cual estaba ingresando a través de la puerta, el doctor encargado de aquella sección, Celestine Evan.
Aunque él no se destacaba de los demás licenciados, para ella, aquel pelirrojo era el mejor de todos.

Jamás olvidaría el día en el cual se habían visto por primera vez, justamente fue un día antes de que le hayan diagnosticado esta enfermedad mortal. Fue hace exactamente cinco meses atrás, cayó una fuerte lluvia en su hogar, lo cual gracias a que ella era totalmente enfermiza, empezó a toser descontroladamente hasta llegar a un punto en que empezaría a escupir sangre. Su madre fue la que la llevó a consultar, pero para su desdicha odiaba a morir los hospitales. El tan solo oler el aroma de los medicamentos le daba nauseas, incluso el ver una bata blanca de doctor la aterraba bastante.

Todo es gracias a cuando era pequeña, gracias a las defensas bajas que poseía, cualquier enfermedad que atacaba a su cuerpo, la dejaba en muy mal estado; por lo tanto siempre se la pasaba de hospital a hospital. 

Pero cuando su madre estaba hablando con el encargado del laboratorio por los análisis hechos, decidió escaparse un rato. Con pasos rápidos se dirigió al pasillo blanco totalmente vacío, era algo que también detestaba de los hospitales, el silencio que inundan dentro de ellos. Las puertas de color crema estaban totalmente cerradas en las paredes del pasillo, incluso sus pequeñas ventanas estaban tapadas por forros blancos, sentía que estaba dentro de una película de terror y que en cualquier momento un monstruo deforme trataría de perseguirla a como dé lugar hasta devorarla. Pero por suerte pudo ver como al final del pasillo había un ascensor abierto.

Sentía como si el mismo Dios le hubiera abierto las puertas a su salvación al momento de ver aquel ascensor, sonrió plenamente mientras corría en dirección a su objetivo. Estaba tan feliz, tanto que sentía que todo a su paso desaparecía para poder dejar ver a su línea de meta, la cual era el ascensor abierto, sus pasos se aceleraron, su imaginación empezó a jugar con ella haciéndola pensar que había personas a su alrededor gritándola y alentándola a llegar a la meta. Su mente le mostraba que a su alrededor habían personas que eran su competencia y trataban de llegar también a la línea de meta, pero de pronto todo a su alrededor se oscureció, pues había una montaña alta frente suyo la cual no pudo evitar chocarla hasta caer.

—¡Auch! —Era la voz de un hombre, Rose inmediatamente se estremeció al ver como todo a su alrededor volvía a ser como antes, incluso aquella montaña alta se había vuelto una persona, ¡Era un médico! —Oye... ¿Estás bien?

Tenía miedo, pues ella estaba tumbada sobre el pecho de aquel doctor quien estaba tirado en el suelo ya que ella había chocado contra él fuertemente hasta hacerlo caer, pero él solo le había preguntado sobre su condición en vez de quejarse por estar corriendo en los pasillos. Por lo tanto alzó la mirada para cruzarse con unos hermosos ojos azules los cuales la miraban con preocupación. Tenía el cabello rojo corto y un rostro totalmente fino, su tez era pálida, seguro era por estar muchas horas trabajando como médico.

❚𝘘𝘶𝘦𝘳𝘪𝘥𝘰 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘢❚Where stories live. Discover now