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11/12

—Estoy exhausta...

—Pero si no has hecho nada en todo el día, Rose. —Había dicho entre risas el pelirrojo.

Aquel par se encontraba en la azotea del hospital, un nuevo día había iniciado, y como es normal en la rutina impuesta por Celestine, Rose debería de dar caminatas desde el segundo piso del hospital, hasta llegar al techo. Según él, era para que la castaña este en forma ya que siempre se la pasa recostada sobre su cómoda cama. Para ella, estar en su habitación, más aún cuando hay nevada, era lo mejor. Pero para él, significaba que debía de entrar en calor de la mejor forma posible.

—¡Ya detente Celestine! Ya estoy adolorida... —Dijo cansada la fémina mientras caía rendida de rodillas, el médico solo caminó en dirección a la pobre Rose para palmear su espalda.

—Varias veces a la semana hacemos este ejercicio, ¿Cómo es que aún no te has acostumbrado aún? 

No había nieve cayendo, pero el cielo aún estaba nublado. Sobre la azotea habían acumulaciones montañosas de nieve, por lo tanto era difícil saber si lo que estaban pisando era el techo del hospital o varias capas de nieve acumuladas.  

Al menos había algo para celebrar ¡Rose está mejorando bastante con su salud! Por eso el pelirrojo tiene bastantes energías el día de hoy, tanto como para arrastrar a la pobre castaña 3 veces seguidas por todo el hospital. Ella solamente quería volver a su habitación y de paso golpear en el rostro a aquel pelirrojo.

Querido Santa...

¡Celestine es un idiota! Si me van a regalar algo por navidad, quiero un látigo y una carroza, para subirme en el mientras que el doctor Celestine estire la carroza mientas lo latigueo. 

¡Veamos si así le gusta seguir haciendo que camine mucho!

. . .

14/12

Un feliz Pelirrojo quien caminaba con pequeños saltitos por el área de pediatría, estaba alegre por una buena razón. Días atrás su adorada paciente le había pedido algo, un libro de cuentos, pues su pasión por la lectura jamás se detendría sin importar que tan enferma este. Montañas de libros ya leídos abundaban su habitación, pues cada que ella terminaba de leerse uno, él ya le traía uno completamente nuevo. 

¡Doctor Evan!

Una voz femenina se hizo presente mientras unos pasos veloces se acercaron a él, al dar la media vuelta pudo apreciar como su compañera, la enfermera Sherine, había venido rápidamente junto a él. Por la manera agitada con la que jadeaba, al parecer hizo todo un maratón para poder alcanzarlo.

—¡Doctor! Su hermana acaba de llamar, su padre tuvo una decaída. —La pelirosa apenas transmitió las palabras que le habían pedido que dijera, hizo que el pelirrojo inmediatamente soltara el libro de sus manos para luego salir corriendo del lugar.

Mientras tanto con un leve suspiro mientras observaba su ventana, estaba nuestra querida Rose viendo como volvía a caer la nieve. Estaba en la espera de la llegada de su amado médico, pero este seguía sin dar alguna señal de su llegada. No negaría de que en su mente resonaba la imagen de aquel pelirrojo sonriente, desde su punto de vista, él seguro no tendría problemas e inconvenientes como ella.

De pronto escuchó como la puerta de su habitación se abría, emocionada giró su cabeza en dirección al lugar de donde provenía el sonido, su corazón empezaba a latir agitadamente, sin dudas podría decir que estaba profundamente enamorada de aquel médico que la estuvo cuidando todo este tiempo.

❚𝘘𝘶𝘦𝘳𝘪𝘥𝘰 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘢❚Where stories live. Discover now