03

25 5 8
                                    

22/12

Una vez más se sintió nuevamente abandonada por un ser querido, Rose quién miraba con melancolía su nueva habitación estaba bastante decaída por lo sucedido. Le apretaba bastante el pecho al recordar lo sucedido hace dos días atrás, sin dudas ella tenía la culpa, no Celestine, él no debería ser regañado por lo ocurrido pues fue ella quien decidió tomar una bebida fría sabiendo sobre la enfermedad que la tenía atada a este hospital.
No importa qué, ella quería disculparse con su doctor.

Pero era imposible, no importa todas las veces que rogara verlo, todos se negaban a cumplir su pequeña petición.

Sin embargo había un dolor mucho más fuerte que la culpa, un malestar que siempre estuvo en su pecho empezó a ser aún más fuerte luego de haber bebido aquel dulce helado, según lo que había dicho Celestine antes era que su condición había mejorado bastante, entonces ¿Qué fue lo que pasó?
Ya no importaba, simplemente quería verlo o al menos escucharlo por unos segundos.
En estos momentos ella estaba en una habitación donde las maquinarias respiratorias eran abundantes, lo peor es que todas estaban conectadas a ella. No podía creer que el beber algo frío la había llevado hasta este punto.

Suspiró mientras elevaba su mano, en su dedo estaba un tensiómetro mientras que en su muñeca estaba conectada un suero. Su piel sin dudas estaba aún más pálida de lo que era lo normal, seguramente cuando Celestine la vea así se molestará y la obligará a comer frutas para luego sacarla a trotar. La rutina saludale que él había impuesto en ella la volvía loca.

—Con permiso... —Una voz masculina se hizo presente en su habitación mientras cerraba la puerta para poder ingresar dentro. La castaña al reconocer a aquel hombre simplemente suspiró, de los doctores que más odiaba de este hospital, sin dudas ese sería el médico Berr. —¿Cómo amaneció nuestra paciente hoy?

—De la mierda al momento de ver tu presencia. —Ella extrañaba a su doctor, por lo tanto calculaba qué al molestarlo e insultar a su nuevo cuidador, él se molestaría y se marcharía dando así una bacante para que su amado pelirrojo pueda volver. El ojiverde solo chasqueo la lengua mientras gruñia.

—Al parecer amaneció de buen humor. —Dijo sarcásticamente mientras ocultaba con una sonrisa su intento de responderle de la misma manera, sabía bien que ella lo odiaba por ocupar el puesto que pertenecía a su príncipe azul, pero no iba a quejarse o a abandonar el cargo ¡La increíble suma de dinero que daban por cuidar a varios pacientes era abundante! Por lo tanto se negaría totalmente si es que el Doctor Evan venía de rodillas a implorarle para intercambiar de secciones, aunque si se trataba de dinero... Justamente el mismo pelirrojo se le había acercado esta mañana para entregarle algo a Rose a través de Berr, lo que le dio a cambio fueron varios billetes verdes que con gusto había aceptado. —Entonces no querrás saber sobre tu admirador secreto que me envió esto...

Mostrando un falso rostro de tristeza, el médico empezó a agitar con una mano aquel sobre con la carta que el pelirrojo envió exclusivamente para la paciente. Rose había quedado en blanco tratando de analizar la situación, hasta que lo comprendió, esa carta que tenía ahí podría ser la de Celestine.

—¡Dámela! —Dijo la castaña mientras extendía su mano hacia el muchacho ordenandole a que le entregase aquella carta, sin embargo Berr ni se inmutó en dársela.

—¿Por qué te lo daría?

—Porque el doctor Rowan estaría contento en saber que a alguien le gusta pasar el tiempo coqueteando con las enfermeras en vez de venir a atenderme. —Con una mirada pícara dijo eso en referencia al gran gusto del ojiverde por tratar de conquistar a aquellas mujeres que trabajaban en el lugar. Por políticas del hospital, los médicos y enfermeros no pueden salir entre ellos.

❚𝘘𝘶𝘦𝘳𝘪𝘥𝘰 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘢❚Where stories live. Discover now