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05: El castillo embrujado

Las horas habían pasado, las hojas de los árboles se movían al ritmo del aire, el cual, era bastante brusco, al punto que podría tirar a una persona.

Y, entre el bosque, se podía apreciar al padre de Ayako, quien, apenas podía caminar, tenía múltiples heridas en su cuerpo y la mayoría de su vestimenta estaba rasgada debido a que anteriormente, había escapado de los lobos, los cuales le hicieron varias heridas, que aún no sanaban.

Este tenia en la mano el lomo de su caballo, quien también se notaba bastante asustado respecto a lo que vivieron hace unos minutos.

Hacia bastante frío, si no encontraban un lugar para refugiarse en menos de 1 hora, sin duda se desmayarian o incluso morirían del frío.

- Aguanta Felipe.... - Le dio apoyo al animal, quien también se veía bastante decaído.

Siguió caminando, hasta que, una gran sombra lo cubrió haciéndolo mirar hacia arriba, encontrandose con un gran castillo, el cual se veía abandonado, tenía ramas en su exterior, y se veía con mucho polvo.

Al ver eso, el anciano no pudo evitar soltar un suspiro de alivio y a la vez una leve risa, podía sentir que regresaba a la vida, lo que había encontrado, para el era un regalo de Dios.

Sin decir nada, pero aún manteniendo su calida y victoriosa sonrisa, agarro a Felipe y ambos caminaron hacia la puerta del castillo que extrañamente, estaba abierta.

Al entrar, una fuerte brisa de aire estampó contra ellos haciéndolos retroceder, pero, cuando se recuperaron, el mayor guió por aquel camino rocoso y con espinas en los arbustos a su caballo hacia una fuente de agua.

- Mira nada más Felipe, tu toma lo que necesites, te lo mereces. - Le dio unas palmaditas en su lomo, antes de alejarse de ahí.

Obviamente reviso que el agua de esa fuente estuviera en buen estado, y extrañamente si estaba.

El anciano camino hacia los escalones que guiaban a la puerta del palacio, lo observo por unos detalles, no podía creer lo que había encontrado, un gran castillo....sin duda era algo difícil de creer.

Fue hasta la gran puerta, donde la abrió, y, se sorprendió al notar que el interior estaba perfectamente limpio, no se veía ni una pizca de polvo.

- "Mhhh...que extraño, esto es...¿un castillo abandonado que por dentro está como nuevo? Me gusta" - Pensó, antes de cerrar la puerta, y, mientras sus ojos estaban fijos en los muebles y decoraciones del palacio, se quito el saco que portaba y lo colgó en un mueble que andaba cerca.

Este camino mientras se abrazaba a sí mismo, hasta que, al doblar en una esquina, se encontró con lo que era al parecer el comedor, quien tenía la chimenea de ahí prendida y un plato de comida como nuevo en uno de los lugares.

Al ver aquel manjar, el mayor sintió su estómago rugir, no lo pensó mucho y camino hacia la mesa, donde una vez ahí se sentó en la silla, olfateo el plato de comida quedándose más hambreado, y seguido acto empezó a comer, la comida estaba caliente, como si estuviera recién horneada.

Mientras tanto, no tan lejos de ahí, se podía observar a un reloj y candelero, estos estaban posicionados arriba de un mueble, hasta que, como si fuera magia, el candelero habló.

- Tsk, Kyojuro, mira nada más a ese pobre señor! - Este le susurro al reloj que estaba al lado suyo. - Se ve que viene de un largo viaje y que no la paso para nada bien, ya se! ¡Hay que darle la bienvenida! -

- ¿¡Que?! Estas loco Tengen! Sanemi lo matará, ahora vuelve a tu lugar y finge ser un objeto hasta que el se vaya. - Le susurro también, pero el nombrado no parecía muy convencido del todo.

La bella y la bestia | Sanemi Shinazugawa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora